geoestratégico a nivel mundial; como quiera que, dado lo novedoso en la región, el fenómeno
hace curso de manera experimental, los matices de las decisiones del gobernante al frente han
sido del radicalismo extremo, hasta las suaves transiciones o las combinaciones de sistemas.
Sea cual fuere la forma, al final de la experiencia al tenor de los términos postulados en
los sistemas políticos de esta parte de occidente, se evidencia, al ojo del análisis, fracturas de
procesos en curso, rezagos en diseños o maduración ideológica, estrategias de evasión o
blindaje frente a la arremetida de poderes globales y la desestabilización interna, como también
la evidente angustia de pervivencia y sostenibilidad de la gobernabilidad. Desde luego, esta
última resuelve en lo que más tarde habría de caracterizar la historia, en el mejor de los casos,
un tibio intento de propuesta alternativa o, por otro lado, la nefasta existencia de las denominadas
dictaduras.
Ahora bien, el predominio de las propuestas que han hecho curso en la mayoría, sino
todos, los países de la región latinoamericana están caracterizados por el adherimiento y
abordaje a las dinámicas de los postulados neoliberales y a su evolución al tenor de fenómenos
económicos, políticos y sociales a escala mundial.
En este contexto, observamos unos países con estructuras productivas y económicas
frágiles y dependientes, sometidas al vaivén de la economía global y las decisiones de países
dominantes. Así, las crisis en estas condiciones fueron paliadas por organismos internacionales
como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el llamado Consenso de Washington.
Se desprende aquí, el imperativo de estos países de asumir profundas reformas estructurales
para sintonizarse con las exigencias del decálogo del consenso, lo que permite aseverar que:
De esta forma, en consonancia con las políticas neoliberales, esta concepción contribuyó
a promover una vinculación entre los países de la región donde el centro de la misma fueron el
mercado y los capitales, relegando a un segundo plano a otras esferas de la integración, como
la política y la social, y a otros sujetos sociales que no eran de las clases dominantes o de sus
representantes en los gobiernos de los Estados. (Kan, 2018, p. 25)
Cabe recordar, entonces, que, en este modelo de integración regional neoliberal, de
carácter económico-comercialista, el estatus de nuestros países comparte condiciones de
transformaciones estructurales, referidas a una creciente concentración y centralización de
capitales; apertura de mercados. En lo atinente a los compromisos con entidades financieras
internacionales y en cumplimiento del Decálogo del consenso de Washington, son objetos de
una mayor disciplina fiscal, liberalización del sistema financiero, tipos de cambios competitivos,
liberalización del comercio exterior, eliminación de las restricciones para la inversión extranjera,
privatización de empresas estatales de servicios públicos, desregularización laboral y seguridad
de los derechos de propiedad.
Ante tales condiciones y ante el ejercicio del modelo económico neoliberal, los países del
orbe latinoamericano también comparten los flagelos de su aplicación como consecuencia de los
cambios estructurales en el: “Plano económico, político y social. Estos trajeron como
consecuencia la apertura indiscriminada de las economías latinoamericanas, un mayor
endeudamiento externo, reducción del salario real, altos índices de desocupación y el
empobrecimiento de las capas medias de la población” (Kan, 2018, p 18).