Principales implicaciones políticas, ideológicas y
epistemológicas de la teoría de la democracia de Giovanni
Sartori
Main political, ideological and epistemological implications of Giovanni Sartori's theory
of democracy
Jesús Alberto Márquez Ramírez

Resumen
El politólogo italiano Giovanni Sartori (1924-2017) dedicó lo mejor de su vida académica al
estudio de la democracia en su condición de ser un constructo epistémico multidimensional,
que, por su complejidad, no puede ser agotado únicamente por lecturas históricas, politológicas
o filosóficas asiladas, sino que amerita de aproximaciones interdisciplinarias como las que
identifican a su obra. Desde una metodología propia de la hermenéutica de base documental,
el objetivo de este artículo de investigación fue describir las principales implicaciones políticas,
ideológicas y epistemológicas de la teoría decisional de la democracia de Sartori, de cara al
debate politológico actual sobre las poliarquías contemporáneas. Entre los principales
hallazgos y conclusiones de la investigación se destacan, por una parte, que la teoría
democrática de Sartori significa una invitación para acceder al núcleo epistemológico profundo
de la democracia y así poder revelar científicamente, en cada contexto particular, cuáles son
sus principales desafíos y problemas. Por la otra, los aportes gnoseológicos de esta teoría
pueden ser útiles en términos prácticos para dar respuestas lógicas a las crisis de las
democracias contemporáneas en la Latinoamérica y el mundo.
Palabras clave: Giovanni Sartori; teoría política contemporánea; estudios sobre democracia;
epistemología política; ciencia política en Latinoamérica.
Abstract
The Italian political scientist Giovanni Sartori (1924-2017) dedicated the best of his academic
life to the study of democracy as a multidimensional epistemic construct, which, due to its
complexity, cannot be exhausted solely by historical, political or philosophical readings. isolated,
but merits interdisciplinary approaches such as those that identify his work. From a
methodology of documentary-based hermeneutics, the objective of this research article was to
describe the main political, ideological and epistemological implications of Sartori's decisional
theory of democracy, in the face of the current politicalological debate on contemporary
polyarchies. Among the main findings and conclusions of the research, it stands out, on the one
hand, that Sartori's democratic theory means an invitation to access the deep epistemological
core of democracy and thus be able to scientifically reveal, in each particular context, what are
Este artículo surge de una investigación más amplia desarrollada en el marco del programa doctoral en Ciencia
Política de la Universidad del Zulia. Mas específicamente de mi tesis doctoral intitulada: La Teoría Democrática en el
Pensamiento Politológico de Giovanni Sartori.
 Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad popular del Cesar, en Valledupar Colombia. Email:
jemar1954@yahoo.com
P rincipales implicaciones políticas, ideológicas y epistemológicas de la teoría de la democracia de Giovanni Sartori. Vol. 1 Num.
1 (2021) Páginas 44-58.
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its main challenges and problems. On the other hand, the gnoseological contributions of this
theory can be useful in practical terms to give logical answers to the crises of contemporary
democracies in Latin America and the world.
Keywords: Giovanni Sartori; contemporary political theory; studies on democracy; political
epistemology; political science in Latin America.
Introducción
El politólogo italiano Giovanni Sartori (1924-2017) dedicó lo mejor de su vida académica al
estudio de la democracia en su condición de ser un constructo epistémico multidimensional,
que por su complejidad no puede ser agotado únicamente por lecturas históricas, politológicas
o filosóficas asiladas, sino que amerita de aproximaciones interdisciplinarias; además de ser,
fundamentalmente, una experiencia histórica concreta que sirve de pedestal al desarrollo
político de variadas sociedades humanas que valoran el ejercicio de la libertad y del estado de
derecho para limitar las posibilidades de realizaron de un gobierno arbitrario.
Es precisamente en sus estudios de la democracia (Sartori, 1988a; 1993; 2009), donde se
va configurando quizá tangencialmente una teoría relativamente original de esta forma de
gobierno con rasgos particulares en lo político, ideológico y epistemológico, de ahí que el
objetivo de este artículo sea precisamente describir las principales implicaciones políticas,
ideológicas y epistemológicas de la teoría decisional de la democracia de Sartori, de cara al
debate politológico actual sobre las poliarquías contemporáneas. En efecto, solo una lectura
hermenéutica que conjugue al menos en igualdad de condiciones la dimensión política,
ideológica y epistemológica puede acceder a la esencia o núcleo central de una teoría
determinada.
Conviene aclarar además que por implicaciones políticas se quiere significar al modo como
la teoría aborda la cuestión del poder entre los principales actores y factores que configuran al
sistema democrático moderno; como explica el origen y la legitimidad de la democracia y
cuáles son los límites y contradicciones, entre otras cuestiones de interés. Por su parte, las
implicaciones ideológicas de la democracia refieren sin duda a los valores, ideas y conceptos
que presentan al gobierno del pueblo no solo como un sistema político, sino, además, como
una cultura en la que subyacen un sistema de creencias diferenciales sobre el papel del
ciudadano como fuerza protagónica activa en la construcción de su realidad política, economía
y social, capacitado en esencia y existencia para el ejercicio compartido del poder.
En síntesis, la democracia justifica sus postulados centrales en un imaginario colectivo que
privilegia la libertad de la persona humana para desarrollar sus capacidades inconmensurables
de ser y hacer (Nussbaum, 2012), sin las barres de un gobierno arbitarrio que niege el
pluralismo y la diversidad, y que, igualmente, establece limites objetivos para impedir un
gobierno de facto. En este hilo conductor la relacion que se observa en la obra de Sartori entre
democracia y liberalismo es consustancial s que accidental, sin negar por ello la posibilidad
teoríca de imaginar otras formas de democracia idelogicamnete no liberales.
Por último, entendemos la epistemología siguiendo a Bunge (2005), como el espacio en el
que confluyen, con fronteras difusas, el conocimiento científico y la reflexión filosófica ganada al
estudio de los alcances y significados de la ciencia, mediante el examen lógico de la categorías
que intervienen en la investigación científica y, por extensión, de la teorías que sirven de
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modelo interpretativo de la realidad a las investigación politica de base empírica (Sartori, 1992),
baso el supuesto que los fenómenos sociales y naturales son siempre cognoscibles. En este
sentido, un análisis epistemológico de la teoría decisional de la democracia debería poder
determinar el valor científico de sus argumentos y proposiciones fundamentales.
1. Implicaciones políticas de la democracia en el pensamiento de Sartori
En principio, la democracia es un fenómeno eminentemente político, aunque por su
trascendencia rebase los límites de la política y lo político y tenga profundas manifestaciones
materiales y simbólicas en los dominios de lo sociocultural (Cansino, 2008). De hecho, podría
afirmarse con propiedad que es la democracia el principal fenómeno político de la civilización
occidental en la modernidad (Medina, 2014). En este sentido, es que Spinoza afirme
categóricamente desde el siglo XVII que:
…esta se define, pues, como la asociación general de los hombres, que posee
colegialmente el supremo derecho a todo lo que puede. De donde se sigue que la
potestad suprema no está sometida a ninguna ley, sino que todos deben obedecerla
en todo. Todos, en efecto, tuvieron que hacer, tacita o expresamente, este pacto cuando le
transfirieron a ella su poder de defenderse, esto es, todo su derecho. (Spinoza, 2018, p.
167) (negritas añadidas)
Como es común en los contractualistas, Spinoza supone que la sociedad democrática es el
resultado de un pacto originario para superar el estado de naturaleza e instaurar un
ordenamiento racional para mantener la convivencia pacífica y, al mismo tiempo, proteger a
todos los miembros del cuerpo social, de las amenazas internas y externas a la comunidad. No
obstante, su concepto de potestad suprema entendida como la causa primaria de toda
soberanía, está sobrevalorada porque incluso en el entendido de que esta forma de potestad
no esté supeditada a ninguna ley positiva, queda sometida al menos a las leyes de la razón, de
lo contrario devendría en una fuerza arbitraria que afectaría para mal la vida de personas y
grupos.
De cualquier modo, Spinoza es uno de los arquitectos de la democracia moderna por cuanto
prefiere desde una época temprana a la democracia que al gobierno de uno “monarquía” y
ve en el gobierno del pueblo la necesidad de una asociación general de los hombres, que
adquiere mediante el diálogo y la concertación racional el supremo derecho a todo lo que
puede. Sin embargo, para Sartori en su condición de politólogo lo realmente importante cuando
se trata de valorar la democracia no son las discusiones teórica y filosófica sobre el ideal, al
decir de Espinoza:
Su primera intención no es proponer ni descubrir una teoría nueva de la democracia.
Establece ahí los principios metodológicos de su reflexión: el ideal democrático no define la
realidad democrática y, viceversa, una democracia real no es ni puede ser una democracia
ideal; la democracia resulta de, y es conformada por, las interacciones entre sus ideales y su
realidad, el empuje del deber (la teoría, los ideales, la prescripción) y la resistencia
del ser (la realidad política, los hechos, la descripción). En esa doble dimensión, su
interés se dirigió a un conocimiento práctico de la política real. (Espinoza, 2017, p. 56)
(negritas añadidas)
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En efecto, para Sartori las implicaciones políticas de la democracia como el sistema de
gobierno de la modernidad por antonomasia, se aprende en la dialéctica relación ideal
democrático y realidad democrática concreta (poliarquía); los filósofos por su parte se
enfocaron más que todo en la reflexión normativa o prescriptiva actividad erudita a la cual
Sartori aporta bastante y nunca huye, pero en contraste, los politólogos y científicos sociales
en general, se han dedica al estudios no solo de la democracia en general como tipo ideal,
sino, de las experiencias democráticas en la distintas sociedades que se adhieren a este
modelo de gobierno. Por estas razones y por otras más que no viene el caso ahora enunciar es
que los estudios de democracia de Sartori se preocuparon por determinar aspectos políticos
como:
La arquitectura constitucional que sirve de asidero a la democracia.
Los actores protagónicos de la democracia contemporánea: partidos políticos, sociedad
civil organizada, medios de comunicación y liderazgos individuales o colectivos y
factores de poder formales e informales, entre otros.
El andamiaje institucional democrático.
Procesos y resultados previsibles de la democracia.
En el texto Ingeniería constitucional comparadaSartori (1996) estudia además el conjunto
de procedimientos democráticos que determinan las formas y características de los
parlamentos, el acto del sufragio, la representación política, los sistemas electorales, la
representación proporcional de las mayorías y minorías y, la naturaleza misma de las leyes
democráticas, estudio en el que concluye que no hay fórmulas mágicas que garanticen en todo
momento el éxito democrático, porque todas las prácticas e instituciones de gobierno
responden o, deben responder, a los requerimientos de un contexto histórico particular y a las
necesidad de unas comunidades políticas en específico, diferentes de una sociedad a otro y de
una época a otra.
De cierta forma la teoría democrática de Sartori tiene un sesgo neo-institucionalista porque
dota de gran importancia a las instituciones en el desarrollo de las conductas y valores
democráticos. Al decir de Losada y Casas (2008):
Así, pues, en este enfoque, la investigación de los fenómenos políticos parte de las
instituciones, como rasgo estructural de la sociedad, o de la forma de gobierno. Sin
embargo, se postula que este análisis debe estar también informado por un escrutinio del
comportamiento individual, las ideas y los intereses en juego, tanto individuales, como
grupales. En este sentido y paradójicamente, el neo-institucionalismo mantiene los aspectos
relevantes del conductismo, la elección racional e, incluso, de la psicología cognitiva. (2008,
p. 178)
Específicamente Sartori (1988a) asume que la relación de las instituciones con los actores
políticos es simbiótica porque estas influyen en el comportamiento de partidos políticos,
sociedad civil organizada, medios de comunicación y liderazgos individuales o colectivos y,
simultáneamente, se ven permeadas y modificadas para bien o para mal por el accionar de
estos actores o sujetos políticos. En este punto la pregunta obligada es ¿son las instituciones
políticas de corte democrático la sabia vital de la cultura democrática o, la cultura democrática
es la columna vertebral de toda democracia sustantiva?
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La teoría de la democracia de Sartori (2009), le asigna a la democracia una primacía política
superlativa, claro está si se entiende la política como un espacio direccional creado para
administrar recursos, gestionar conflictos y organizar y proteger comunidades. Desde esta
perspectiva Sartori no oculta su inclinación eurocéntrica al afirmar que la civilización occidental
ostenta dos liderazgos por sobre las otras civilizaciones contemporáneas: a) el liderazgo
científico técnico que recrea la naturaleza y fortalece la cultura y; b) la primacía ético-política
para la construcción de la ciudad-libre como área básica de convivencia, en un clima que
intenta dignificar a la persona humana y auspiciar su libertad en el sentido moderno del
concepto.
Definitivamente, los estudios de Sartori sobre la democracia clásica (Sartori, 1988a) y
moderna (Sartori,1993) abordan a profundidad la cuestión del poder y de los actores como
sujetos políticos que conforman este sistema y; de los factores, esto es, las circunstancias
históricas en las que se desarrolla el ejercicio del poder, de forma magistral. En el primer caso,
se explica que:
La democracia antigua se concebía como una relación inherente, simbiótica con la polis. Y la
polis griega no constituía en modo alguno la ciudad-estado como acostumbramos a llamarla
–porque no era de ninguna forma un “Estado”. La polis eras una ciudad comunidad, una
Koinonía. Tucídides los dijo en tres palabras: andrés gar polis (son los hombres los que son
la polis). Es muy revelador que politeía significara a la vez ciudadano y la (estructura) forma
de la polis. Así, pues, cuando hablamos del sistema griego como si fuera un Estado
democrático cometemos una incorrección terminología y conceptual. (Sartori, 1988a, p. 344)
En la visión actual, la polis griega no sería para nosotros un ordenamiento democrático
propiamente dicho en el sentido de que de que no existía en ese momento límites entre los
espacios públicos y la vida privada de personas y familias. Los órganos de gobierno colectivo
de la polis regulan por igual lo público y lo privado, de hecho, en este punto conviene aclara
que la distinción entre ambas esferas es producto de la concepción moderna de la libertad
(Constant5, 2018).
Por su parte, Sartori (1993) describe objetivamente los cambios que hacen de la democracia
moderna un sistema político diferente al clásico, aunque siga definiéndose al menos
nominalmente de la misma forma como gobierno del pueblo o poder del pueblo. En el contexto
moderno, la cuestión del poder se aborda de forma diferente por muchas razones que conviene
mencionar: primero, la ampliación social de la ciudadanía a cada vez más sectores; segundo, la
idea de una libertad sustancial a la persona humana que le permite desarrollar un proyecto de
vida sin la intromisión del estado y; tercero, la existencia de un Estado constitucional de
derecho que divide y limita el poder político: “El Estado democrático si lo designamos
5 Este ilustre pensador decimonónico francés en su Discurso sobre la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos,
señala que la libertada de los antiguos y de los modernos no tiene punto de comparación. Para los segundos, la libertad significa:
“…para cada uno el derecho de dar su opinión, de escoger su industria y de ejercerla; de disponer de su propiedad, de abusar de
ella incluso; de ir de venir, sin requerir permiso y sin dar cuenta de sus motivos o de sus gestiones. Para cada uno es el derecho de
reunirse con otros individuos, sea para dialogar sobre sus intereses, sea para profesar el culto que los sus asociados prefieren…
Por el contrario, para los antiguos griegos la libertad: “…consistía en ejercer colectiva pero directamente varios aspectos incluidos
en la soberanía: deliberar en la plaza pública sobre la guerra y la paz, celebrar alianzas con los extranjeros, votar las leyes,
pronunciar sentencias, controlar la gestión de los magistrados, hacerles comparecer delante de todo el pueblo… los antiguos
llamaban libertad a todo esto, además admitían como compatible con toda esta libertad colectiva, la sujeción completa del individuo
a la autoridad del conjunto” (Constant, 2018, p. 194).
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correctamente es el Estado constitucional liberal; esto significa que la democracia política se
funde con el liberalismo y ha sido, en buena parte, sustituido por él” (Sartori, 1988a, p. 473).
2. Implicaciones ideológicas de la democracia en Sartori
La democracia como toda forma de gobierno se ha construido dialécticamente en base a
ciertos sistemas de creencias (Villa y Berrocal, 2019) razón por la cual no se trata de una
estructura de gobierno neutral, más allá de su pretensión de universalidad. Tal como señala
Van Dijk (2005), en política las ideologías “orientan” la acción de personas y grupos sobre los
objetivos a perseguir, las formas de permanecer cohesionados frente a otros grupos y otras
ideologías, por lo tanto, en esencia se convierten en el modelo ético para interpretar la realidad
de la que se forma parta y para desarrollar el núcleo simbólico de la identidad. Además, toda
ideología aspira a integrar su concepción del mundo en parte fundamental del acervo cognitivo
de un tiempo y espacio determinado para que sus postulados se perciban en la opinión pública
como verdades indiscutidas o axiomas, tal como ha sucedido con los derechos humanas, la
teoría de la evolución o la democracia, de ahí también el intento del socialismo marxista de
mostrarse como un “socialismo científico”. En palabras de Di Pasquale es importante:
(…) comprender que el proceso ideológico no es un fenómeno abstracto o metafísico,
aislado del medio social, sino que está inserto en las experiencias históricas de los sujetos,
de sus prácticas y sus representaciones. Así, pues, la ideología asume movimientos
permanentes y reviste un carácter flexible en su vinculación con el registro socio-histórico.
(2012, p. 108)
Estas circunstancias de la relación ideología-democracia son manejadas con mucha claridad
en la mayoría de las obras de Sartoria, quien es por lo demás un pensador liberal que define
muy bien la traída de los valores democráticos o, mejor dicho, democrático liberales, a saber: el
pluralismo, la libertad política y la igualdad formal y sustantiva de todos los ciudadanos, no
como un fenómeno intangible o metafísico sino como prácticas intersubjetivas cotidianas,
susceptibles a la investigación politológica, prácticas que derivan de ideas y valores que
interesa describir.
Si bien son muchos los valores que configuran en el plano de las representaciones sociales
a una democracia, los estudios de Sartori (2009) ponen énfasis en la triada enunciada en el
anterior párrafo, ya que, a su entender, de estos valores primarios derivan los demás. En el
caso del pluralismo, en su sentido axiológico diferencia a las democracias existentes de los
sistemas autocráticos y totalitarios que imponen una ideología oficial a la sociedad como
condición de posibilidad para obliterar el pensamiento crítico y el disenso, en este punto Sartori
agrega: “Todo empezó a partir del momento que se comprendió que la disensión, la diversidad
de opiniones, los contrastes, no son necesariamente un mal” (Sartori, 2009, p. 63), y
seguidamente afirma:
Indudablemente, la guerra civil y los conflictos armados entre facciones conducen a la ruina
de los Estados. Pero entre una concordia forzada, por un lado, y el enfrentamiento armado,
por otro, existe una amplia área intermedia de diversidad y de libertad de las ideas y de las
conductas que no pone en riesgo el orden político-social, sino que, por el contrario, lo
enriquece y lo dinamiza. (Sartori, 2009, p. 63)
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El principio del pluralismo político no es más que el reconocimiento por parte de las
democracias liberales de la diversidad sociocultural que es presente, en mayor o menor
medida, en todas las naciones humanas. De este principio se desprende la libertad de
conciencia y culto y, fundamentalmente, el derecho a la autodeterminación y libre desarrollo de
la personalidad presente en buena parte del constitucionalismo contemporánea.
En cuanto al principio y valor de la libertad política tipificado en el derecho positivo en plural
como libertades políticas y derechos civiles que se observa nítidamente desde documentos
históricos como la declaración de derechos del Buen Pueblo de Virginia de 1776, en la
declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789 y, más recientemente, en
varios artículos de la declaración universal de derechos humanos de 1948 que viene a
catapultar los preceptos básicos del pensamiento liberal al acervo jurídico que debe regir toda
forma de organización humana. A este respecto Sartori sostiene que:
Para Spinoza, la libertada era una perfecta racionalidad. Para Leibniz, espontaneidad de la
inteligencia; para Hegel, aceptación de la necesidad. Pero todas estas definiciones se
refieren a una libertad última ubicada in interiore hominis, dentro del hombre. Ninguna de
ellas tiene en cuanta la libertad externa, la condición de ser libre o no libre en relación con
los demás. (Sartori, 2009, p. 67)
La libertad que interesa a la teoría moderna es la libertad política por cuanto es en el
escenario político global donde el ciudadano defiende los marcos jurídicos que le permiten
ejercer, sin obstrucciones arbitrarios, la libertad en sus variadas expresiones y modalidades de
acción. De ahí que Sartori (1993) deja claro que una libertad reducida al plano de las
conciencias individuales y que no pueda extenderse a la polis en su conjunto, es una libertad
ficticia, porque en última instancia no es correcto repetir que las libertades y derechos terminan
donde inician las libertades del otro, como alteridad dialéctica, sino que, más correctamente, se
inician intersubjetivamente ya que en democracia plena, todos deben vivir en libertad sustantiva
al tiempo que se suprime toda forma de opresión, es decir, que mi libertad personal está
íntimamente vinculada a la libertad del otro como condición de posibilidad para su garantía y
desarrollo total y completo, por lo tanto, bajo este razonamiento una personas es libre si todas
las personas lo son y viceversa.
En cuanto a la igualdad la discusión es mucho más compleja porque la teoría liberal clásica
que emerge al calor del pensamiento dieciochesco de la ilustración terminó siendo insostenible
en este particular, por cuanto que, la famosa libertad formal ante la ley era materialmente
imposible en contextos donde las desigualdades sociales eran tan marcadas que unos
individuos no gozan de las condiciones mínimas necesarias para el goce y disfrute de sus
derechos políticos y libertades civiles, quedando a merced de las elites y grupos de poder que
los marginaban en lo políticos y explotaban en lo económico. Es precisamente esta carencia
del liberalismo clásico por defender un ideal mínimo de justicia social que surge en el siglo XIX
otras filosofías políticas radicales, que, como el socialismo marxista y el anarquismo, son
mucho más sensibles ante la pobreza y la marginación humana.
Para Sartori (1988a), los principios de pluralismo, igualdad y libertad están lógicamente
relacionados de modo que, nadie puede ser complemente libre si, en principio, encuentra
barreras objetivas para la manifestación de sus particularidades ontológicas o diferencias de
toda índole y, menos aún, si vive en un contexto de significativas desigualdades materiales que
le impiden el desarrollo de su autonomía personal, por carencias en el acceso de bienes y
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servicios básicos, como salud, educación o cultura, de hecho, el llamado estado de bienestar
se construye a partir de estas realidades, al calor de los parámetros ideológicos de la
democracia social y del socialismo democrático. Leamos lo que dice Sartori sobre este tema:
(…) la demanda democrático liberal llegó a concretarse en tres puntos:
Sufragio igual universal, es decir, extensión del derecho de voto a todos como culminación
de la libertad política.
Igualdad social, entendida como igualdad de estatus y consideración y, por lo tanto,
ausencia de distinciones en virtud de la clase social y de la riqueza.
Igualdad de oportunidades. (1988a, p. 418)
De nuevo las ideas particulares que surgen de la igualdad dependerán del prisma político e
ideológico con que se le mire. Tal como señala Stiglitz (2015), la idea marxista de la igual
absoluta que se conoce de la experiencia histórica del socialismo real, es irracional porque
terminó igualando a las personas en la pobreza y la carencia de libertades y derechos
fundamentales y, al mismo tiempo, acabo por suprimir los mecanismos de ascenso social al
eliminar los incentivos económicos que vienen acompañados de los logros laborales,
educativos y profesionales típicos de la meritocracia liberal.
3. Implicaciones epistemológicas de la teoría democrática de Sartori
Sartori nunca pretendió deliberadamente ser un ideólogo o un activista político, su labor
científica, académica y docente estuvo ganada al estudio sistemático de la política en general
y, de la democracia en particular, aunque con un marcado sesgo liberal que da cuenta del
condicionamiento social del conocimiento. En este contexto, su trabajo ha significado un
avance significativo en la forma como las generaciones contemporáneas de politólogos y
científicos sociales entienden la democracia, sus procesos institucionales y sus efectos o
resultados. De hecho, su perspectiva metodológica rebasa los límites de la ciencia política y
configura lo que Morales et al., (2019) definen como una epistemología política, esto es, un
campo donde confluyen en igualdad de condiciones todos los saberes que se producen y
reproducen sobre el fenómeno político en las distintas disciplinas y ciencias.
Por regla general, las teorías politológicas tienen una base científica porque ya no solo se
desarrollan mediante la reflexión filosófica en abstracto y la especulación, sino que se
construyen en estricta observación de los fenómenos tal como se desarrollan en la realidad
histórica. En este sentido, Sartori (1992) señala que en este aspecto específico se diferencian
las ciencias sociales en general de la filosofía, toda vez que estas cimentan sus aparatos
teóricos en completa sintonía con los datos empíricos recabados metódicamente, lo que no
significa tampoco que en la ciencia no haya espacio para la filosofía o que, la filosofía moderna
no reflexione en torno a problemas reales.
La base epistemológica de la teoría de la democracia de Sartori viene dada siguiendo las
ideas de Calvano (2018), porque logra conjugar la reflexión filosófica con abundantes datos
empíricos recolectados del medio social. En consecuencia, de la fusión historia, filosofía y
datos es que formula sus teorías que pueden validarse mediante dos operaciones lógicas
relativamente simples. Primera, son capaz de explicar la mayoría de las causas de los
fenómenos políticos escudriñados y, especialmente, el modo como estos inciden en la vida
cotidiana de personas y colectividades. Segundo, tienen el potencial heurístico para orientar el
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contenido empírico y racional de las ideas políticas destinada a crear un ser humano libre y
creativo.
En efecto, el potencial epistemológico de una teoría política como la de Sartori viene dado
entonces porque más allá de sus sesgos ideológicos propios de la subjetividad humana y del
consiguiente condicionamiento social del conocimiento, al que ningún pensador puede escapar
y que se traduce en el postulado: toda teoría escondicionada por el tiempo y espacio donde
surge, su estructura lógica es clara. Sin embargo, no debe mirarse a la ciencia desde la
perspectiva neopositivista que pretende emular en el plano social y político la metodología de la
ciencias naturales y exactas, hay que comprender, por lo tanto, los conceptos como ciencia y
teoría y su sentido etimológico de origen.
La ciencia es teoría que remite a la indagación, una indagación (experimento, o adquisición
de datos) que a su vez reopera sobre la teoría. Pero esto no es todo; la ciencia es también
aplicación, traducción de la teoría en práctica… basta dirigir la mirada a la más avanzada
ciencia del hombre la economía para advertir que la teoría no es ciencia que se agota en
la investigación, sino también teoría que se prolonga a la actuación práctica; proyecto para
intervenir, una praxislogía. (Sartori, 1992, p. 237)
Queda claro entonces que el carácter científico de una teoría desde la visión del autor no
solo viene confirmado por su capacidad de explicar fenómenos de forma deductiva e inductiva,
además se impone en el campo político la necesidad de hacer de la teoría de base empírica
una brújala que guie la acción práctica de los hacedores de políticas y de los ciudadanos
informados en general, tal como se aprecia nítidamente en los dominios de lo económico. De
ahí que al precisar el estatus epistemológico de la teoría democrática de Sartori surgen
preguntas simples, pero al mismo tiempo complejas, como: ¿Cuáles son los aportes o
contribuciones que hace la teoría de Sartori al desarrollo de las poliarquías actuales? ¿Qué
programas políticos se desprenden de estas teorías democráticas? ¿Qué intereses están
representados de forma tangible o encubierta en estas teorías?
4. Sartori y la teoría decisional de la democracia
De nuevo conviene recalcar que Sartori nunca se propuso desarrollar una teoría propia y
original de la democracia, sino que más bien, se interesó en desplegar un conjunto de estudios
sobre el tema donde se conjuga la perspectiva filosófica, politológica, jurídica, lingüística e
histórica, que sin duda significó un avance epistemológico para la ciencia política
contemporánea. Sin embargo, en el tomo I de la teoría de la democracia Debate
contemporáneo, formula un conjunto de criterios conceptuales para proponer lo que define
como una teoría decisional de la democracia, bajo el supuesto de que en la construcción
colectiva del gobierno y poder del pueblo la toma de decisiones o aparato decisional es lo
verdaderamente importe.
En principio el maestro italiano expone que la actividad política desde sus orígenes
históricos en las primeras civilizaciones humanas es y ha sido un fenómeno de decisiones
colectivizadas de carácter vinculante y, en este punto, alerta sobre los dos grandes tipos de
decisiones a considerar: decisiones grupales y decisiones individuales, pero en ambos casos
deja claro que no todas las decisiones tienen necesariamente un franco sentido político.
Específicamente las decisiones políticas colectivizadas son aquellas que se identifican por ser:
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Soberanas; b) sin escapatoria; y c) sancionables. Soberanas, en el sentido de que anulan
cualquier otra norma; sin escapatoria, como diría Hirsehman, porque se extienden hasta las
fronteras que definen territorialmente la ciudadanía; y sancionables porque están
respaldadas por el monopolio legal de la fuerza. (Satori, 1988b, pp. 262-263)
De modo que estamos ante decisiones políticas cuando se articulan dialécticamente las
condiciones a), b) y c) que refiere la cita. Grosso modo el hecho político es entonces el reino de
las decisiones colectivizadas con capacidad para determinar el bienestar o malestar de una
sociedad. En este orden de ideas, la importancia que puede asignarse a las decisiones
individuales o colectivas es casi enteramente ideológica, de ahí que para los sistemas políticos
liberales la cultura individualista es importante en el sentido de que afirma la autonomía de la
persona; en contraste, para los sistemas socialistas el individualismo es un antivalor por
mismo que conviene descartar cuando se trata de privilegiar en cada momento el bienestar
colectivo, sin embargo:
La denominada ideología individualista cede en buena medida ante la colectivización cuando
la utilidad o la necesidad de esta última se demuestra razonablemente. La ideología de la
colectivización es inflexible porque considera que las decisiones privadas o individuales son
intrínsecamente malas --tanto porque el individualismo es malo en mismo como porque
supone la propiedad privada, la acumulación privada de capital y todos los efectos negativos
que de ello dimanan. (Satori, 1988b, pp. 263-264)
De la anterior consideración se infieren al menos dos grandes conclusiones laterales: por
una parte, el hecho de privilegiar un tipo de decisión en detrimento de otro está determinado de
antemano por el sistema político que sirve de escenario para el acto decisional. Por la otra, el
aparato decisional está condicionado al sistema de creencias o ideología que sirve de pedestal
simbólico al sistema político. Si se afirma, simplificando el debate, que en última instancia un
gobierno es liberal-individualista o, por el contrario, socialista-colectivista no se puede omitir
sesgadamente que incluso la democracia s liberal que se pueda imaginar tiene,
intrínsecamente, la capacidad para tomar decisiones colectivizadas s allá de la soberanía
individual, a diferencia de los ordenamientos socialistas que menosprecian a priori las
necesidades y preferencias del individuo.
Para la teoría decisional de la democracia las decisiones, en específico, pueden distinguirse
entonces por su ideología y, más pragmáticamente, por su utilidad en términos de una
evaluación costo-beneficio que puede determinar su utilidad, resultados e importancia política,
mediante variadas herramientas teóricas y prácticas como la evaluación de las políticas
públicas, la Contraloría social y el gobierno abierto que propicia el acceso abierto a la
información de interés general, sin ninguna opacidad.
4.1 El costo de las decisiones
Para la teoría decisional el estudio de los riesgos y costos previsibles de las decisiones es
primordial, como condición de posibilidad para comprender científicamente en cada momento el
proceso de toma de decisiones. En este hilo argumentativo Sartori postula dos axiomas, a
saber:
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Axioma 1: todas las decisiones de grupos o colectivas suponen costes internos, es decir,
riesgos para los que adoptan la decisión, generalmente denominados costos de la adopción
de la decisión.
Axioma 2: todas las decisiones colectivizadas implican riesgos externos, es decir, riesgos
para los destinatarios, para aquellos que reciben las decisiones de fuera, ab extra. (Sartori,
1988b, p. 264)
No es el propósito de la teoría determinar que es, en contexto, una buena o mala decisión ya
que su finalidad no es axiológica, ni ética, se trata más bien de construir un aparato analítico
que aporte luces en el análisis de los riesgos y costos intrínsecos a cada decisión en un
escenario donde influyen una multiplicidad de actores y factores a considerar. En el universo de
la política los riesgos o costos internos de tomar una decisión improvisada o impopular varían,
por ejemplo, significativamente de una democracia a un sistema de gobierno no democrático.
En el primer caso, es de esperarse que el grupo decisor en su condición de elite de poder se
mueve en cada momento con la firme intención de incrementar cualitativamente sus niveles de
legitimidad por desempeño, en las representaciones sociales y los imaginarios colectivos de la
política que le legitiman. En el segundo, los gobiernos de fuerza pueden sustituir
significativamente su necesidad de ganar legitimidad por desempeño mediante una gestión
aceptable, por pura propaganda y represión sin la necesidad de perder su hegemonía.
En cuanto a los riesgos externos de una decisión colectivizada la situación es muy similar,
porque cuando no hay mecanismos efectivos que protejan sustancialmente a los ciudadanos
del uso arbitrario del poder, como sucede en los gobiernos no democráticos, el costo de una
mala decisión nunca es asumido por la clase gobernante que goza de impunidad y sabe que no
hay forma de desplazarla del poder por el voto. En consecuencia, los costos de las malas
decisiones son socializados y los beneficios se privatizan en un partido, grupo, familia o clase
privilegiada. Es idea contradice la hipótesis generalmente aceptada o, acríticamente acetada,
de que no se puede gobernar únicamente mediante las herramientas de violencia material y
simbólica, sin un sustrato mínimo de legitimidad de origen y de legitimidad por desempeño
(Sartori, 1988b).
De cualquier modo, se trata de una teoría decisional de la democracia que, por tanto, sirve
para abordar los requerimientos de un sistema democrático, bajo las coordenadas del
razonamiento que sigue: “a) Las decisiones colectivizadas conllevan riesgos externos; b) los
riesgos externos pueden no traducirse en un daño; pero c) el problema consiste precisamente
en aumentar la probabilidad de resultados beneficiosos y en minimizar la probabilidad de
resultados perjudiciales” (Sartori, 1988b: 265), ante lo cual no hay más nada que agregar.
4.2 Órganos de toma de decisiones
En Sartori (1988a: 1988b; 1993; 2009) hay una idea recurrente sobre las limitaciones de los
órganos decisionales en democracia. Específicamente expresa que entre mayor es el número
de las personas que participan en los órganos institucionales, menor es la intensidad de su
poder decisor, así, por ejemplo, en una asamblea conformada por 100 personas donde todos
tengan equidad de vos y voto, el poder decisorio de cada uno es de 1 entre 99, resultado que
en matemática simple seria de 0.01… esta situación plantea un conjunto de problemas a la
teoría política contemporánea, ante lo cual el maestro afirma:
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Un millar de personas reunidas que proceden por aclamación no cae bajo esta norma
porque no hay nada que realmente decidan; simplemente ratifican decisiones ya tomadas.
Así pues, la regla puede reafirmarse del siguiente modo: siempre que cada persona tiene
voz y voto independientes, el número de decisores esen relación directa al costo de las
decisiones… (Sartori, 1988b, p. 266) (negritas añadidas)
En efecto, en democracia la mayoría de las decisiones en las que se permite participar a la
ciudadanía, significan una disolución objetiva del poder individual en el mar de la llamada
voluntad general, no obstante, aun así, supones que es mejor participar que no participar por
razones harto conocidas. En la teoría decisional de la democracia, se hace hincapié en tres
variables independientes, pero al mismo tiempo correlacionadas: “Atando cabos, disponemos
ahora de tres variables: a) el mero de decisores; b) la forma de seleccionarlos (designarlos);
y c) las reglas que rigen la adopción de las decisiones” (Sartori, 1988b, p. 271).
En cuanto el tema del número de decisores todo indica que en las democracias
representativas-participativas contemporáneas son realmente muy pocos, incluso en las
democracias avanzadas, donde los grandes temas de ejecución de políticas y legislación los
definen en último término, algunos comités. Para Sartori (1988b) un comité es sencillamente un
grupo de personas con poder político vinculante que, s allá de sus diferencias e intereses,
tienen la capacidad de lograr consensos y de tomar decisiones en conjunto en todas las
instancias del poder, mediante un sistema de compensación reciproca que se traduce en: doy
algo para recibir luego alga a cambio.
En este punto se indica que: “En consecuencia, la clave es la representación, pues solo la
reducción drástica del universo de los representados a un pequeño grupo de representantes
permite la reducción momentánea de los riesgos externos (de opresión) sin agravar los costes
de las decisiones…” (Sartori, 1988b, p. 272), idea que es muy debatible ya que son conocidas
muchas experiencias históricas en Latinoamérica donde la representación no solo no reduce
los riesgos externos de opresión social, sino que los aumenta exponencialmente, ante lo cual
se han impulsados ciertas narrativas de prodemocracia directa6.
Sobre la forma de seleccionar los decisores no solo es una cuestión que atañe a la
dimensión procedimental de la democracia y las formas de estado y de gobierno que se mire,
se trata además de las relaciones de poder que en un juego de suma cero a veces reviste de
poder a ciertas personas y grupos en detrimento de otros. Sin descartar a priori que la suma
cero puede dar paso a ciertos sistemas de pactos y alianzas, con mayor o menor estabilidad,
propios de una suma positiva, esto es, un esquema más cooperativo que competitivo. Este este
punto Sartori señala con la terminología propia de la teoría de juegos: “(…) cuando un juego es
de suma cero la alternativa es simplemente ganar o perder. A la inversa, se dice que un juego
es de suma positiva cuando todo jugador puede ganar. Si es así, el problema en último término
es partir y distribuir las ganancias” (Sartori, 1988b, p. 273). De hecho, la realidad concreta
puede pendular entre el conflicto y la cooperación en función de los intereses que estén en
juego y de las características de cada situación en particular.
6 Al decir de Heath y Potter (2005), estas narrativas provienen de una especie de contracultura que es hostil a los
mecanismos de representación política tradicionales, al tiempo que ensalza utópicamente la llamada democracia de
base, que es contraria a las jerarquías, a la burocracia y a la tecnocracia imperante: “El objetivo de este sistema
político es eliminar las barreras institucionales y los intereses creados que se interponen entre los ciudadanos y su
participación activa” (2005, p. 376).
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Finalmente, conviene señalar tres cosas sobre la teoría decisional de la democracia:
primero, aunque fue pensada en la década de los ochenta del XX hoy goza de buena salud
porque su potencial heurístico y hermenéutico sirve para explicar, hoy en día, muchos
problemas teóricos y prácticos de los procesos decisionales. Segundo, resulta llamativo que se
haya escrito poco de esta teoría al menos en castellano tal como lo puede demostrar cualquier
pesquisa sobre el tema en la web y en las bases de datos especialidades en ciencia política.
Tercero, esta teoría debe manejarse como una prolongación más de la teoría general de
democracia que configura la obra de Sartori, teoría que, sin embargo, tiene un perfil ecléctico,
argumentativo más que demostrativo y, en consecuencia, no-conclusivo.
Conclusiones
La hipótesis principal que se desprende de esta investigación es que los aportes de Sartori
relativos a la comprensión teórica y práctica de la democracia son cruciales en la actualidad
cuando se buscan respuestas coherentes a las crisis de las poliarquías contemporáneas en lo
que va del siglo XXI, crisis que al decir de Pabón (2019), se traduce en múltiples problemas
materiales y simbólicos, entre los que destacan: crisis de la representación en general, crisis de
los partidos políticos, crisis del liderazgo, crisis de los procedimientos e instituciones
democráticas, crisis del modelo constitucional y, como consecuencia de lo anterior, una
dificultad de gobernanza y gobernabilidad que afecta en mayor o menor medida a todas las
poliarquías.
En Latinoamérica las crisis de la democracia tienen efectos geopolíticos imprevisibles tal
como lo demuestran fenómenos como la crisis humanitaria compleja en Venezuela y las
oleadas de protesta cívica autoconvocadas en el último trienio en países relativamente estables
como Ecuador y Chile, quizás apaciguadas temporalmente por los estragos ocasionados en
2020 por la pandemia de COVID-19. En todos los casos aludidos la percepción general de la
ciudanía se traduce, según Morales et al. (2019) en un sentimiento de antipolítico que se
expresa en las premisas siguientes:
Los mecanismos de presentación de la voluntad general están viciados por un sistema
político seudo democrático y corrupto.
Los partidos políticos no tienen la capacidad para ser la expresión fehaciente de las
necesidades y aspiraciones sociales en el ejercicio del poder.
Los liderazgos políticos neopopulistas o populistas radicales que abundan en la región
más que solucionar los problemas estructurales del sistema político los terminan
agravando.
La democracia procedimental no reduce las crecientes asimetrías sociales y, por lo
tanto, no mejoras las condiciones de vida de los sectores populares en condición de
emergencia social.
El modelo constitucional existente más allá de sus avances doctrinales no se traduce en
el fortalecimiento del estado de derecho, tal como lo evidencia un poder arbitrario que
no conoce límites.
De seguirse prolongando sistemáticamente estas problemáticas la democracia en la región
esta destina a perecer en un lapso perentorio. No obstante, si lo que se busca es fortalecer las
poliarquías existentes, siempre imperfectas, siempre limitadas y urgidas de reformas
sistémicas, se impone la necesidad imperiosa de comprender en la teoría y en la realidad
concreta de los mundos de vida cuales son los principales obstáculos, restricciones y
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contradicciones que están obstaculizando el gobierno del pueblo y el poder del pueblo. En este
afán no se puede descartar a priori que quizá en ciertas sociedades el modelo democrático
liberal no puede prosperar por sus características particulares o, peor aún que, la democracia
como forma de gobierno debe dar paso en un futuro cercano a otros modelos políticos y
económicos más propicios para el ejercicio de la libertad y la dignificación de la vida en general.
De cualquier modo, la teoría democrática de Sartori significa una invitación para acceder al
núcleo epistemológico profundo de la democracia y así poder revelar científicamente, en cada
contexto particular, cuáles son las implicaciones políticas, ideológicas y teóricas de este modelo
que, más allá sus fallas objetivas, es hasta ahora el que mejor limita el poder arbitrario que
históricamente oprime a naciones enteras: “desde esta óptica la pregunta ¿Por qué la
democracia? Encuentra una respuesta sencilla: porque no conocemos otra fórmula política que
libere a los ciudadanos del temor de las personas a la que se confía el poder” (Sartori, 1988:
525).
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