MULTIVERSO JOURNAL | ISSN: 2792-3681
Volumen 4, Número 7, Edición Julio-diciembre de 2024
https://doi.org/10.46502/issn.2792-3681/2024.7.3
Cómo citar:
Morales Manzur, J.C. (2024). La educación como puntal de la integración en América Latina. Multiverso Journal, 4(7), 25-34. https://doi.org/10.46502/issn.2792-3681/2024.7.3
Education as a pillar of integration in Latin America
Juan Carlos Morales Manzur
Profesor “Eméritus” Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas en la Universidad del Zulia, Maracaibo-Venezuela. https://orcid.org/0000-0003-0887-1065. Email: jcmmanzur@hotmail.com
Recibido el 24/03/2024 - Aceptado el 12/05/2024
Resumen
La educación es uno de los temas que está tomando más auge en los esquemas de integración existentes en América Latina. Y es que en las últimas décadas el aspecto educativo ha sido abordado concretamente como objetivo primordial, hasta tal punto que constituye uno de sus aspectos fundamentales. Desde hace dos decenios se han creado nuevos esquemas de integración que responden a las diversas estrategias políticas vigentes. En este contexto, este ensayo tuvo como propósito teorizar sobre la importancia de la educación en los procesos integracionistas y, al mismo tiempo, visualizar los avances y limitaciones en el ámbito de los países de América Latina. La investigación se sustentó en los aportes teóricos de los principales pensadores integracionistas de la región. Fue aplicada una metodología de análisis descriptivo-analítico y la revisión bibliográfica. Como conclusión se destaca que es necesario hacer propuestas que se traduzcan en aportes que en materia educativa deben consolidarse para hacer de la integración un fenómeno vivo y concreto, que facilite la unión de los pueblos.
Palabras clave: educación, inclusión, desarrollo educativo, cooperación, proyectos educativos.
Abstract
Education is one of the issues that is gaining momentum in the existing integration schemes in Latin America. In recent decades, the educational aspect has been specifically addressed as a primary objective, to such an extent that it has become one of its fundamental aspects. Over the last two decades, new integration schemes have been created in response to the various political strategies in force. In this context, the purpose of this essay was to theorize on the importance of education in integrationist processes and, at the same time, to visualize the progress and limitations in Latin American countries. The research was based on the theoretical contributions of the main integrationist thinkers in the region. A descriptive-analytical analysis methodology and bibliographic review were applied. As a conclusion, it is necessary to make proposals that translate into contributions that must be consolidated in the field of education to make integration a living and concrete phenomenon that facilitates the union of peoples.
Keywords: education, inclusion, educative development, cooperation, educational projects.
Introducción
Durante las últimas décadas se han creado nuevos esquemas de integración en América Latina, y todos han tenido como característica común el énfasis que estos han puesto en la educación, comprendida esta como un pilar fundamental que coadyuva en los objetivos e intereses de estos procesos. Y es que la educación para la integración juega un doble papel: como proceso social e individual en la formación del hombre, por una parte, y, por la otra, como estrategia interpretativa a través de la cual el hombre se apropia críticamente de los distintos elementos de la cultura, (representaciones, normas, valores, formas expresivas y comunicativas), y, más aún, los dinamiza creativamente para renovarlos, enriquecerlos y comunicarlos permanentemente
En este orden de ideas, la educación vista a la luz de los procesos de integración debe estar orientada a la consecución de una verdadera conciencia latinoamericana, asumiendo un rol primordial para concienciar a estos pueblos.
Independientemente de las diferencias políticas entre países, la educación ha demostrado ser un factor de cohesión entre ellos; ya que desde hace varios años los gobiernos latinoamericanos y caribeños han enfrentado procesos de reforma e innovación educativa con ideales en común (Solís, 2019). Igualmente, es importante reafirmar que la educación es un derecho humano fundamental, la base para la garantía de la realización de otros derechos, y es esencial para la prosperidad y un crecimiento pacífico, inclusivo, equitativo y sostenible en la región (Solís, 2019).
Este ensayo tuvo como propósito teorizar sobre la importancia de la educación en los procesos integracionistas, sus avances y limitaciones en el ámbito de los países que lo integran. El texto se divide en cinco (05) partes. En la primera, se describe la educación como puntal de la integración latinoamericana; en la segunda sección, se desarrollan algunas consideraciones educativas para forjar una conciencia integracionista latinoamericana; en la tercera, se presenta las principales conclusiones del ensayo, para finalmente, dar cuenta de las referencias citadas en orden alfabético.
La Educación: Puntal de la Integración en América Latina
La urgente dinamización y profundización de los procesos de integración económica en América Latina exige, para el logro del apoyo necesario a sus objetivos, tanto la divulgación de sus costos y beneficios a todos los habitantes de la región a ser integrada, así como también la formación de los profesionales encargados de gerenciar el proceso al interior de cada uno de los países miembros y al nivel de las instituciones comunitarias. En tal sentido, como expresa Gana Barrientos:
…la unidad se empieza a construir dando a conocer las ventajas que acarrea para los pueblos que sus países pertenezcan a agrupaciones subregionales. Agrupaciones que poseen mayor presencia y capacidad de negociación en los foros internacionales, con mercados más amplios que los nacionales para consolidar sus sistemas productivos, aumentar su competitividad y sentar las bases para elevar un desarrollo económico y social. Eventualmente, también pueden traducirse en una asistencia recíproca para proteger a las incipientes democracias y en fórmulas racionales para solucionar las tensiones geopolíticas. (Gana, 1989: 113)
En efecto, no hay duda de que los problemas del analfabetismo y de la escasa escolaridad de los niños y jóvenes latinoamericanos, son problemas que plantean el reto de invertir en la educación, tal y como los esquemas de integración apuestan a la liberalización del comercio recíproco o a la armonización de políticas gubernamentales. La conquista de una educación de calidad es condición indispensable para que se puedan generar los beneficios sociales que el proceso de integración lleva consigo, razón por la cual la integración de estos pueblos, sólo puede ser concebida de la mano de la educación, si lo que se pretende es reducir las desigualdades socioeconómicas e implantar mejores condiciones de vida para las sociedades latinoamericanas.
La formación de recursos humanos por las vías del proceso educativo es una necesidad ineludible. Crece su importancia en la medida en que aumentan los niveles de complejidad de las sociedades dependientes. Por ello, es que su planteamiento es inobjetable en todo sistema educativo. Sin embargo, cuando se trata de América Latina, se observa que en nuestros países se presentan fenómenos diversos, tales como: la desocupación y el subempleo de profesionales, o la denominada fuga de cerebros.
Estos fenómenos estructurales se deben, en lo fundamental, a defectos estructurales de nuestras economías y expresan, en lo que a educación se refiere, un desequilibrio de la relación educación-empleo, desequilibrio que, a su vez, es consecuencia del atraso y el subdesarrollo.
Estos fenómenos se asocian con otros, derivados de la inestabilidad política y, en su conjunto, reflejan una grave crisis de hegemonía de las clases dominantes que no han comprendido hasta ahora el papel regresivo que cumplen al asociarse con intereses foráneos. (Miranda, 1981: 154)
Lo antes planteado también refiere a la necesidad de transformar el estado actual de integración de contenidos programáticos, con respecto a la atención educativa del talento, desde la formación inicial del docente, y prepararlo para educar desde la globalidad (Calzadilla-Pérez & Ortiz-Sánchez, 2018).
Por otro lado, la enseñanza de la integración, como impostergable opción de desarrollo para estos pueblos, resulta una necesidad inaplazable en el proceso de educación formal de la población de los países latinoamericanos, tema en el cual se ha avanzado muy poco hasta el presente, limitándose su divulgación tan sólo a reducidos círculos académicos, empresariales y gubernamentales, a través de foros especializados organizados por los gobiernos nacionales, universidades y otras entidades docentes o de investigación, organizaciones intergubernamentales y comunitarias, entre otros.
Lo anterior, como sostiene Álvarez de Flores no es más que la reafirmación de:
...la idea de la educación y la integración pensada como la nueva fórmula para cristalizar el sueño de nuestros fundadores de más largo alcance, como Bolívar, Hidalgo, San Martín y Martí. Comprendiendo los intereses regionales comunes, tomando conciencia de las características históricas que nos unen, administrando los conflictos e intereses en forma conjunta, es posible pensar en sociedades solidarias, más justas y con menos desigualdad. (1998: 179)
De hecho, Bolívar proponía y apuntaba a una educación revolucionaria; una educación futurista. Fue un hombre con mucha visión para su época, vivía motivado a luchar por la libertad del hombre a través de la educación y, como pensador, tenía una gran capacidad de comprensión de la realidad; además de la educación para el trabajo, buscó innovaciones en Educación Superior, en establecer escuelas donde las niñas pudieran formarse al igual que los varones, buscó el desarrollo de la educación y la formación popular, de la igualdad social en las escuelas y hasta llegó a enviar becarios a Europa. De este modo: “Bolívar siempre le concedió especial importancia al proceso educativo y en el ansió las expectativas” (De Alba, 2019: 55).
Otros pensadores como Martí, San Martín y otros prohombres de la independencia, también abarcaron la importancia de la educación para la verdadera liberación de los pueblos de esta región.
Si bien se han dado ciertos pasos en materia de integración educativa y cultural, siendo precisamente los países de la actual Comunidad Andina los pioneros en este campo, al suscribir en enero de 1970 el Convenio Andrés Bello, el cual preveía como propósito fundamental el que los beneficios derivados de la integración asegurasen el desarrollo armónico de la subregión andina, así como la participación consciente del pueblo como actor y beneficiario de dicho proceso, meta que se ha llevado a cabo a través de la Cátedra de Integración dictada en los países que lo conforman y coordinada por la Secretaría Ejecutiva del Convenio, no puede negarse que el mismo ha carecido de la suficiente penetración en las aulas, por cuanto cada sistema educativo nacional sigue trabajando separadamente, siendo prácticamente inútiles sus esfuerzos para realizar el cambio sustancial que requiere la enseñanza de los valores, sentimientos e ideales integracionistas genuinamente latinoamericanos.
Pero, el proceso de integración emprendido en Latinoamérica no podrá profundizarse ni avanzar a ulteriores etapas de mayor unidad económica si no se difunden los valores comunitarios para lograr el apoyo y legitimación del proyecto integracionista, por encima de los valores nacionalistas que tradicionalmente se exaltan en la educación formal de los pueblos.
Si la inclusión de la enseñanza de la integración resulta inaplazable para legitimar el proyecto integracionista latinoamericano y asegurar su éxito, también lo es la profesionalización de los altos funcionarios de gobierno encargados de “hacer” la integración. En efecto, el logro de los objetivos integracionistas requiere de un personal altamente capacitado para formular e implementar las políticas tendientes al logro de dichos objetivos, lo que lleva necesariamente a plantear la necesidad de la formación para una gerencia dinámica, innovadora y efectiva que garantice la viabilidad y cumplimiento de estos.
Al respecto, resulta interesante el planteamiento de Metcalfe, profesor de Gestión Pública y director de Investigación del Instituto Europeo de Administración Pública, cuando establece que los asuntos relativos a la gerencia del proceso de integración:
...no figuran como prioridades en la agenda del debate político sobre la oportunidad y dirección de la integración. La atención política por lo general se centra en los beneficios que la integración ofrecerá en última instancia y la forma que adquirirá una vez que esté plenamente realizada. Pero cualquiera sea la forma que ésta adquiera, sin las capacidades de gerencia necesarias, la integración no será factible… (Metcalfe, 1993: 11)
Esta capacidad gerencial y de liderazgo ha estado prácticamente ausente en quienes tienen asignada la tarea de llevar a cabo las políticas nacionales y comunitarias para conformar un bloque de naciones latinoamericano. Ellos, han carecido de la visión de futuro que requiere un proceso de integración y muchas veces han actuado inspirados en actitudes cortoplacistas que han dejado de lado los compromisos adquiridos a nivel comunitario, olvidando que este proceso exige sacrificios y reformas estructurales requeridos para lograr el nuevo sistema de relaciones latinoamericano.
Con respecto a esta situación, siguiendo al Profesor Metcalfe, los funcionarios encargados de “hacer” la integración deben estar dotados de una capacidad de liderazgo y de gestión de cambio en el marco intergubernamental de la integración. El liderazgo es necesario para poder activar los múltiples intereses que un proceso de integración lleva consigo, representado por la idoneidad en la negociación para crear y mantener las coaliciones y, por la habilidad para diseñar organizaciones, de modo de poder crear nuevos marcos institucionales para la formulación de las políticas integradas, de lo cual dependerá la factibilidad de la integración en ciertas instancias (Metcalfe, 1993).
En este sentido, si tan solo América Latina tuviera una unión económica tan fuerte como la europea, sería potencia mundial. O, por lo menos, ese es un argumento que menudo se escucha en los foros multilaterales y que gusta a los políticos. El reciente anuncio de una posible moneda en común entre Brasil y Argentina, más que una posibilidad real, se ha interpretado ampliamente como el mensaje más reciente en pro de la integración latinoamericana. Integración que en los últimos años ha visto menguado su radar de acción, por las disparidades de los gobiernos de la región que no han ayudado al proceso (Cota, 2023).
Por su lado, la gestión de cambio está referida a la invención e innovación, condiciones diferentes entre sí, por ser la primera una función política ejercida por políticos y sus colaboradores dentro y fuera del gobierno; y la segunda, una función gerencial ejercida por los administradores dentro del proceso, aunque relacionadas íntimamente como partes complementarias dentro del proceso de gestión de la integración. Al respecto, el profesor Metcalfe señala que:
...dentro de un proceso de integración, la implementación de nuevas políticas y la formación de instituciones que puedan ser necesarias para ponerlas en práctica genera sus propios desafíos y requiere idoneidades y experiencia en la gestión de cambios complejos y a gran escala. La innovación requiere una clase diferente de originalidad y creatividad que la invención. Especialmente en la esfera de la integración, demanda, idoneidad y experiencia en planificación y gestión del cambio. (Metcalfe, 1993: 15).
De manera pues que los políticos que tienen la tarea de liderizar el proceso de integración subregional, bien sean desde los gobiernos nacionales como desde las instituciones comunitarias, deben desarrollar estas habilidades, lo que no podrá lograrse si los mismos no cuentan con una capacidad de cambio en los patrones que han seguido para abordar los problemas y obstáculos del proceso de integración, que les permita desarrollar con mentalidad visionaria, opciones estratégicas para abordarlos.
Ello requiere que los mismos mediten sobre la problemática fundamental de la integración más allá de las reuniones intergubernamentales donde se firman acuerdos sin el estudio adecuado sobre su viabilidad, e incluso, reciban cursos de especialización que les ofrezcan oportunidades de aprendizaje sobre este complejo proceso. Igualmente, deberán contar con un equipo especializado de profesionales altamente idóneos en materia de integración, para lo cual se hace necesaria la formación acelerada de este personal, que deberá compatibilizar las potencialidades y necesidades de los países miembros en función del proyecto integracionista, con miras a su profundización (Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación de Ecuador, 2013).
Por último, debe destacarse que la propuesta de educar para el conocimiento y la gerencia adecuada de los procesos de integración latinoamericanos y, en general, de todo proceso de este tipo, requiere en tal sentido un viraje de las funciones y estructuras actuales de los Estados dispuestos a integrarse. En tal sentido,
...la conducción del Estado hacia la integración comprende tres niveles: habilidad para formar la voluntad política de modo de llevar adelante la integración a pesar de los costos de la transición; facultades para reflexionar sobre la política de integración, de modo de pensar en profundidad acerca de formas de integración preferibles, con un aprendizaje constante; y la capacidad para que la implementación sea efectiva, de modo que la integración realmente avance. (Dror, 1993: 05).
Algunas consideraciones educativas para forjar una conciencia integracionista latinoamericana
América Latina es una de las regiones del mundo donde se ha teorizado más sobre la integración económica y política y donde la concreción de las metas comunitarias ha sido lenta y difícil, por lo cual es necesario presentar, para la discusión, algunas acciones que deberían ser acometidas de manera conjunta por las universidades y el sector público y con el carácter de urgencia histórica por los países de la región y del subcontinente para adecuar los modelos de integración vigentes a las realidades y exigencias del nuevo orden internacional (León de Labarca, 1999).
Por todo ello, se enuncian algunos aspectos que podrían ser el comienzo de la construcción, a mediano plazo, de un modelo alternativo de integración para la región. Pautas que podrían ser tomadas en cuenta por los actores responsables de la formación de recursos humanos en el área. Este modelo alternativo que se propone consta de siete consideraciones: (León de Labarca, 1999): Primero: Es necesario introducir, desde la escuela, en la personalidad colectiva del hombre latinoamericano, la idea de la unidad y de los valores y orientaciones comunes de la integración. Unidad para fortalecer el proyecto colectivo existencial de América Latina frente a los bloques de poder económico del planeta. Unidad para incrementar el poder de negociaciones. Unidad para unificar criterios, construir y ejecutar la contrapropuesta necesaria, a manera de respuesta regional, frente a la dinámica económica mundial actual (León de Labarca, 1999).
Segundo: Es preciso que cada uno de los Estados miembros integrantes de un esquema binacional o multinacional de integración en la región, revalorice la función de ésta como política económica, dentro de su estrategia nacional de desarrollo. La integración no puede continuar siendo marginal dentro de los planes de desarrollo de los países latinoamericanos. En este sentido, se debe elevar a las instancias respectivas en cada país, este señalamiento para que se atienda y se considere como una prioridad dentro de sus políticas de desarrollo. Dentro de esa estrategia de desarrollo nacional, deben estar incluidos los planes educativos que tiendan a formar un ciudadano integracionista (León de Labarca, 1999).
Tercero: Asumir un enfoque globalizador y totalizador fundamental para la integración de estos pueblos, ya que no sólo lo económico y comercial llevaría a una auténtica integración, sino que la comprensión de este enfoque prospectivo permite entender que la cultura, la educación, la ciencia y la tecnología, el comercio y la economía, absolutamente todo lo que hace el ser humano en la vida, es fundamental para el desarrollo de la sociedad. (León de Labarca, 1999)
Cuarto: Reforzar los esquemas integracionistas en la región en el entendido de que ellos pueden ofrecer grandes oportunidades para impulsar notablemente la educación en una mayor cooperación técnico-científica involucrando tanto al sector público como al privado para que todos, conjuntamente, puedan encarar los desafíos que implica emprender los caminos del desarrollo para salir de la pobreza (Carrión, 2013).
Quinto: Incentivar procesos de intercambio entre científicos, profesores y alumnos de los diferentes países socios de los diferentes esquemas de integración en América Latina, encaminados a la búsqueda e implementación de estrategias de solución que permitan superar los problemas, tanto tradicionales como coyunturales y además prever los retos económicos, políticos que la dinámica del desarrollo humano depara para el siglo XXI (León de Labarca, 1999).
Sexto: Armonizar una política de frontera entre los países con esquemas de integración regional, subregional y binacional que revalorice la importancia de las zonas fronterizas en este nuevo proceso de apertura económica, creando centros de pensamiento, centros de tecnología, de productividad, que permitan la ejecución del desarrollo de programas y proyectos conjuntos de manera integrada e integradora para constituirse en respuestas correctas a la problemática de las fronteras, entendidas éstas como el pilar fundamental y primario de todo esquema de integración.
Séptimo: Elaboración de programas educativos integracionistas que tomen en cuenta, junto a los principios de buena vecindad del derecho internacional, las características de los habitantes de cada región fronteriza, para una adecuada formación profesional de acuerdo con la vocación económica de las distintas regiones, posibilitando las oportunidades del ciudadano de actuar como agente activo del proceso de desarrollo basado en metas de justicia y de igualdad de oportunidad para todos (León de Labarca, 1999).
Por otra parte, la Universidad latinoamericana debe estar ganada a generar los cambios que la sociedad amerita. Así, América Latina debe entender que sólo la cabal formación de ciudadanos con conciencia para la integración hará que este proceso tenga el éxito requerido para lograr el desarrollo del subcontinente (La tercera, 2010).
Para los fines integracionistas, la Universidad debe vincularse interinstitucionalmente para lograr los objetivos propuestos. El sector productivo, el comercial, el comunicacional, el poder público, en fin, los distintos sectores sociales, políticos, económicos y culturales deben necesariamente vincularse a los fines de la integración y que esta vinculación se extienda fuera de las fronteras, que abarque los esquemas de integración a los cuales pertenece cada país.
Así, la universidad debe abrir un abanico de vinculaciones interinstitucionales, que le permita insertarse en el contexto en el cual se encuentra: “vinculación con los egresados; vinculación con el resto del sistema educativo; vinculación con los medios de comunicación social; vinculación con el sector externo (productivo); vinculación con organismos públicos y privados, nacionales e internacionales” (Álvarez de Fernández, 2000: A5).
Las dificultades que los procesos integracionistas, regionales o subregionales, tienen por delante, se dan precisamente porque no cuentan con el respaldo previo de una integración cultural, porque no se ha forjado la unidad educativa y científica de estos países con la debida seriedad. Es hora de comprender que, sin educación, sin ciencia y sin cultura, ninguna nación podrá salir de sus niveles de subdesarrollo y, menos aún, superar los estados de pobreza de las mayorías. Asimismo, sin contar con este parámetro esencial es imposible imaginar que los diferentes pueblos y países de nuestro hemisferio, logren unificarse y constituir bloques sólidos, susceptibles de enfrentar con éxito el encuentro con su verdadero potencial.
Por lo tanto, se deben aunar esfuerzos para la creación de un pensamiento que lidere los procesos de integración centrados en el hombre y en la formación de los recursos humanos. Efectivamente, nada más necesario que resaltar el espíritu y solidaridad de estos países y de estos pueblos. Para ello y por ello, hay que apoyar sin reservas de ninguna especie todas las acciones que los gobiernos realizan en los ámbitos de la educación, la ciencia y la cultura.
Conclusiones y recomendaciones
La integración de América Latina es un proyecto enraizado en anhelos decantados a través del tiempo. Se remonta a un pretérito remoto, explorado como manantial de fallas estructurales, y se sitúa en un presente cuajado de frustraciones derivadas de factores internos y de los que impone la dependencia, o de esperanzas fincadas en la voluntad de nuestros pueblos. Este proyecto por sí mismo, se eleva al nivel de un mito vivo. Tiene la virtualidad de catalizar nuevas energías y crear condiciones propicias para un proceso educativo que, en el nivel superestructural que le corresponde, refuerce la independencia nacional, afirme nuestra identidad cultural y contribuya a ejercer un nuevo tipo de democracia. Esta posibilidad implica que la educación en América Latina debe ser considerada no sólo como un componente del desarrollo económico y social si no, ante todo, como un paradigma que guíe el proceso liberador de hombres y pueblos.
En nuestra región se ha venido produciendo un consenso cada vez más generalizado de que la educación es, simultáneamente, crucial para el crecimiento económico, clave para mejorar la equidad social y necesaria para la participación de los ciudadanos en la vida política de todos los países. Sin embargo, persisten problemas de baja cobertura en muchas zonas y, sobre todo, uno grave referido a la baja calidad de la educación, que está además asociado a la estratificación social y tiene, por tanto, una imbricación profunda con el problema de la equidad. Es más, en virtud de la expansión de la matrícula en las últimas décadas, el gran problema de equidad educativa en la región ya no radica tanto en el acceso cuanto en la diferencia abismal de calidades entre la educación de los niños ricos y los niños pobres.
Los mecanismos para evaluar y certificar fiablemente la calidad de la educación tienen mucha importancia para todos los niveles y modalidades de la misma. Si resulta tan importante, ¿qué es la calidad de la educación? La calidad es un concepto multidimensional que se refiere tanto al producto de la educación como a los recursos y procesos que lo producen; tanto al nivel absoluto de sus resultados como a los incrementos generados en el proceso; tanto a elementos cognoscitivos como a elementos éticos del aprendizaje.
No existe esa calidad si no hay avance cognoscitivo de los educandos, incluyendo no sólo la comprensión de los fenómenos sino la dimensión práctica del saber, es decir, saber hacer o destrezas de todo tipo derivadas de la aplicación del conocimiento. También es esencial a la educación de buena calidad, la transmisión de valores socialmente consensuados, como pueden ser los asociados a la responsabilidad individual, el respeto a los derechos humanos, la solidaridad y la protección del ambiente, entre otros.
A ese proceso pueden y deberían contribuir mucho las instituciones de educación superior, con maestros bien preparados, con modelos didácticos eficaces, con diseños y revisiones pertinentes de los currículo, con textos y otros materiales educativos de buena calidad, con ensayos de nuevos medios tecnológicos que demuestren su buen uso, con investigaciones que iluminen los problemas, con desarrollo experimental e imaginación creadora para encontrarles soluciones, y tantas cosas más que sólo pueden venir de una educación superior que sea, ella misma, también de alta calidad.
Las ideas que se articulan para impulsar una reforma educativa en América Latina se pueden analizar en cuatro ejes, por lo menos: 1) Desde una visión política, en la cual la idea es la de la participación ciudadana. 2) Desde un criterio estratégico, cuya idea es la prioridad al cambio en los estilos de gestión escolar. 3) Desde un punto de vista pedagógico, en el cual la idea es la necesidad de introducir una lógica de reforma curricular a partir del concepto de satisfacción de necesidades básicas de aprendizaje, con una visión de pedagogía de la diversidad, dinámica y actual. 4) Desde un punto de vista instrumental, fortalecer de manera creciente el acceso a los medios de comunicación masiva y de información para la población estudiantil.
En la actualidad, las miradas hacia la educación y la cultura han variado completamente, éstas ya no pueden ser concebidas de manera separada, además de que, por efectos de la globalización, la educación y la cultura no se pueden abordar fuera de la comunicación y de los medios de información. Esta dimensión permea la educación y la cultura. Esto supone la necesidad de diseñar estrategias y hacer frente al cambio cultural que implica ver el mundo y no sólo escucharlo, y, en todo caso, aprender también a leerlo; y, en este caso, construir un alfabetismo integral múltiple es también tarea de la educación.
La pluralidad cultural plantea a la sociedad el problema de la cultura como algo que caracteriza a determinada comunidad social. La educación en el proceso de integración de América Latina, vínculo social por excelencia, en el referente esencial de la identidad de las personas y de esas comunidades, así como en la manera en que unos miramos a otros.
Definitivamente, en una perspectiva cultural, la educación es la base que permite repensar críticamente la realidad, idear nuevos proyectos colectivos y aprender a vivir en un mundo multicultural. El aprendizaje de la diferencia o de la pluralidad cultural no puede ser enseñado como un contenido seriado, sino que éste se da en las mismas relaciones que se crean en el espacio y el tiempo territorial y en la interacción entre lo local y lo global. Pensar la diferencia es pensar al propio educando como traspasado por la diferencia y pensar al otro como interrogación sobre sí mismo. Esto es válido entre identidades culturales distintas, pero también en las relaciones que se crean en el aula. El aprendizaje de la diferencia es aprender a ponerse en el lugar del otro y ver con los ojos del otro.
Finalmente, frente al reconocimiento de la diferencia, de la multiculturalidad, del reconocimiento del otro, se abren nuevos horizontes que enriquecen de manera sustancial las trayectorias educativas. En su conjunto estas trayectorias deben reconstruir totalmente los paradigmas que les dieron origen para generar procesos desde los cuales las construcciones y los contenidos culturales les den sus nuevas formas estructurales tanto en el currículum como en la gestión. Desde este punto de vista, es necesario analizar las formas que deben adquirir los procesos educativos en una sociedad que se caracteriza por la disponibilidad de recursos de información cultural, pero no de igualdad en el acceso a la misma.
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