MULTIVERSO JOURNAL | ISSN: 2792-3681

Volumen 5, Número 8, Edición Enero-junio de 2025

https://doi.org/10.46502/issn.2792-3681/2025.8.3

Cómo citar:

Morales Carrero, J.A. (2025). Voces en torno a la lectura crítica. Una práctica inherente al desarrollo del pensamiento y al aprendizaje significativo en la universidad. Multiverso Journal, 5(8), 27-38. https://doi.org/10.46502/issn.2792-3681/2025.8.3

 

Voces en torno a la lectura crítica. Una práctica inherente al desarrollo del pensamiento y al aprendizaje significativo en la universidad

 

Voices around critical reading. A practice inherent to the development of thinking and meaningful learning in the university

 

Jesús Alfredo Morales Carrero

Doctor en Antropología. Politólogo y Docente de Psicología General y Orientación Educativa. Investigador Socioeducativo Emérito en la Universidad de Los Andes, Venezuela. https://orcid.org/0000-0002-8379-2482. Email: lectoescrituraula@gmail.com

 

Recibido el 28/02/2025 - Aceptado el 15/04/2025

 

Resumen

 

La lectura crítica como proceso al servicio del aprendizaje significativo en la universidad, constituye un modo de profundizar en el conocimiento científico que producen las comunidades académicas. Esta investigación como resultado de una revisión documental procura integrar las voces de varios autores, asumidos referentes para la construcción de un acercamiento conceptual y operativo a la lectura crítica, a la que se entiende como un modo de desarrollar el pensamiento para zambullirse con profundidad en el saber, en la búsqueda de razonamientos sólidos, planteamientos fundados en datos confiables y fidedignos, así como posiciones falaces que en sus contenidos intentan la reproducción de interpretaciones erradas. Como resultado de colocar en relación los referentes teóricos sobre la lectura crítica, se proponen una serie de interrogantes que el docente en su praxis pedagógica cotidiana puede involucrar, con la finalidad de formar lectores autónomos, competentes crítica, analítica y reflexivamente para ingresar a los argumentos medulares, a las ideas implícitas y explícitas. Se concluye que, lograr aprendizajes significativos y el desarrollo operativo del pensamiento depende del diálogo profundo, riguroso y sensible, de la búsqueda intensa de la verdad y del cuestionamiento sobre la consistencia de los argumentos sobre los que se sustentan los pronunciamientos científicos.

 

Palabras clave: lectura crítica, pensamiento, aprendizaje significativo, educación superior, conocimiento científico.

 

Abstract

 

Critical reading as a process at the service of meaningful learning in the university, constitutes a way to deepen the scientific knowledge produced by academic communities. This research, as a result of a documentary review, seeks to integrate the voices of several authors, assumed as referents for the construction of a conceptual and operative approach to critical reading, which is understood as a way of developing thinking to dive deeply into knowledge, in the search for solid reasoning, approaches based on reliable and trustworthy data, as well as fallacious positions that in their contents try to reproduce erroneous interpretations. As a result of relating the theoretical references on critical reading, a series of questions are proposed that the teacher in his daily pedagogical praxis can involve, with the purpose of forming autonomous readers, critically, analytically and reflexively competent to enter the core arguments, the implicit and explicit ideas. It is concluded that achieving significant learning and the operative development of thought depends on deep, rigorous and sensitive dialogue, on the intense search for truth and on questioning the consistency of the arguments on which scientific pronouncements are based.

 

Keywords: critical reading, thinking, meaningful learning, higher education, scientific knowledge.

 

Introducción

Aprender significativamente como cometido de los programas educativos universitarios, plantea desafíos tangenciales asociados con el acercamiento intencional al conocimiento científico, a las verdades esenciales y a los contenidos tanto básicos como complejos, que al ser integrados configuran el andamiaje para comprender información que por su elevado nivel de especialización demandan el manejo de referentes teórico-conceptuales a partir de los cuales dar cuenta de lo que sucede en la realidad. Según Delors (2000), en un mundo saturado de información de diversa índole, promover la lectura crítica constituye un modo de aprovechar, organizar y manejar contenidos a partir de los cuales sustanciar el diálogo con las situaciones dinámicas y emergentes.

 

La lectura crítica como práctica académica realizada con frecuencia en el contexto educativo, procura la formación de un sujeto con la disposición cognitiva e intelectual para operar de manera competitiva sobre el conocimiento que producen las comunidades científicas. Por tal motivo, se le adjudica el potencial para motivar la apropiación de posiciones tangenciales contenidas explícita o implícitamente en la información de consulta obligatoria, la cual, por su complejidad demanda el despliegue de habilidades del pensamiento de orden superior (Lipman, 1998), a las que se le reconoce el poder para deducir referentes epistémicos, puntos de vista disciplinares y razonamientos teóricos desde los cuales es posible operar para comprender nuevas ideas (Morales, 2023b).

 

En tal sentido, la lectura crítica como aliada de la educación en la tarea de formar ciudadanos reflexivos y analíticos, se entiende como un proceso asociado con el aprendizaje significativo, que procura, entre otros cometidos, capacitar para el accionar autónomo, en el que el pensar por sí mismo se erige como una premisa y, a la vez, el propósito del que depende la emergencia de actitudes valorativas dispuestas a problematizar, descubrir supuestos subyacentes e inferencias que al ser integradas posibilitan la precisión de significados contenidos en los textos científicos.

 

Esto refiere a una práctica intelectual que no solo procura desentrañar ideas y referentes que permean los materiales de consulta en la universidad, sino además, se entiende como la forma de enfrentar pretensiones de manipulación que en sus cometidos intenta conducir a interpretaciones erradas, ofreciendo explicaciones monádicas, únicas y en ocasiones exclusivas; que al ser enfrentadas con el operar agudo del pensamiento no solo son desveladas, sino que permiten el acceso a lo verdaderamente útil, a lo que goza de credibilidad por el sustento lógico y epistemológico que le asiste.

 

Para Zemelman (2005), esta actitud crítica es el resultado de esfuerzos asociados con la problematización, como la operación cognitiva que permite precisar significados, elementos causales, el contraste y puesta en relación de planteamientos teóricos, a partir de los cuales establecer nuevas afirmaciones que, además de renovar el conocimiento acumulado, también dan lugar al establecimiento de conclusiones cuyo potencial epistémico responda a las particulares exigencias de las comunidades científicas, entre las que se precisan la función teorética del estudiante universitario.

Lo dicho como resultado de la adquisición de nuevos significados contenidos en los cuerpos teóricos, se asume como insumo a través del cual ampliar la mirada comprensiva sobre la realidad, pero además, se precisa como el andamiaje que permite entretejer posiciones epistémicas renovadas, en las que se estretejen relaciones, se sustancian afirmaciones y se potencian sentidos, dándole de este modo lugar al operar epistémico del pensamiento (Ausubel, Novak y Helen, 2009). Esta forma de operar sobre el conocimiento científico constituye un requerimiento intelectual del que depende la comprensión genuina, profunda, crítica, que desestima las posiciones y afirmaciones falsas por adolecer de fundamento y, se apropia de ideas ciertas, válidas, sustentadas en la credibilidad de sus fundamentos.

 

Esta participación constructiva en la apropiación de nuevos aprendizajes refiere al despliegue operativo del pensamiento, a través del cual, el sujeto le otorga sentido a la información con la que interactúa, estableciendo para ello una red de significados que al ser puestos en relación vehiculizan la posibilidad de conceptualizar, de dialogar con las ideas y lidiar con los planteamientos ambiguos, en un intento por alcanzar el dominio de referentes que permitan la comprensión crítica; esto refiere a la disposición intelectual para asumir activamente la información susceptible de falsedad, por lo que su rol se circunscribe a la detección de contradicciones e inconsistencias que pudieran conducir al error interpretativo (Daros, 2009).

 

Esta investigación como resultado de una revisión documental recoge en primer lugar los planteamientos fundamentales de una serie de autores de quienes se toman referentes teóricos que puestos en relación permiten un acercamiento a la conceptualización de la lectura crítica; y, en segundo lugar, se enlistan las interrogantes que el docente universitario puede involucrar en su praxis pedagógica para acercar al estudiante a la comprensión profunda, rigurosa y significativa que derive tanto en el desarrollo del pensamiento como la adquisición de nuevos aprendizajes.

 

Voces en torno a la lectura crítica. Una práctica inherente al desarrollo del pensamiento y al aprendizaje significativo en la universidad

 

El acercamiento significativo al conocimiento científico ha dependido fundamentalmente de la actuación activa de quien se forma en la universidad, para operar en dirección a apropiarse y hendir en los discursos que circulan en las disciplinas que conforman los planes de estudio. De allí, que la lectura crítica tome especial importancia, pues como proceso al servicio del aprendizaje procura entre otros aspectos la búsqueda de la verdad mediante el acceso a los grandes entramados epistémicos de consulta obligatoria o complementaria.

 

Estos cometidos como parte de lo propuesto por la teoría crítica de la educación dejan ver a la lectura crítica como la forma de hacer resistencia a los discursos cerrados, a los contenidos tendenciosos, a las ideas falaces y carentes de justificación lógica; pero además, supone la disposición cognitiva para sospechar sobre posibles sesgos y errores conceptuales que procuran no solo erigirse ciertos sino ganar aceptación dentro de las comunidades científicas. Por ende, operar sobre el conocimiento de este modo, refiere al compromiso intelectual de establecer criterios para analizar en profundidad los principios fundamentales sobre los que se soporta el saber, en un intento por determinar las razones últimas, las premisas que le otorgan veracidad al conocimiento y, los referentes que respaldan las afirmaciones (Carr, 1999; Horkheimer, 1974).

 

También, a la lectura crítica se le adjudica el potencial para agudizar operaciones cognitivas que le permiten al sujeto en formación, analizar postulados, comprender los elementos constitutivos de una teoría, realizar interpretaciones sobre afirmaciones significativas y aportar a la construcción de nuevas conclusiones, que en sus contenidos amplíen las formas de valorar no solo el saber con el que se interactúa, sino los contenidos de otros campos científicos y los problemas no resueltos tanto en el plano teórico como práctico. Esto implica estimar la multiplicidad de puntos de vida, de voces y posiciones que permean los textos académicos, que al ser sometido al juicio objetivo permiten determinar las supuestas pretensiones de validez, el carácter encubierto de determinados conceptos, de relaciones subyacentes.

 

Según Delors (2000), la formación de ciudadanos crítico-reflexivos depende del uso de la lectura como el proceso que le otorga a quien se forma la posibilidad de apertura a otros modos de comprender el saber disciplinar; por ende, esta es capaz de conducir al sujeto a lo verdaderamente importante, a los aspectos coyunturales en función de los cuales hacer que confluyan las disciplinas, en una suerte de diálogo que complemente, integre y sustancie posiciones en torno a la interpretación de los fenómenos propios del campo del saber del que se procura participar como científico en formación.

 

Asimismo, la lectura crítica se entiende como la posibilidad de renovar el saber existente, pues en su operar sobre las ideas el sujeto logra establecer relaciones sobre su realidad que al ser contrastadas con referentes teóricos favorecen el proceso de vislumbrar, actualizar y resignificar, actividades mentales que permiten la emergencia de esfuerzos comprensivos que den cuenta de las complejas relaciones que se entretejen y, de las cuales el sujeto en formación debe ocuparse como parte de su quehacer académico e intelectual. En Delors (2000), la lectura crítica se asocia con al alcance de la autonomía para aprender, para escoger lo verídico de lo que no lo es, para deslindar lo realmente valioso, así como jerarquizar según el nivel de importancia los planteamientos que producen las comunidades académicas, integrándolos, colocándolos en diálogo y produciendo a partir de este proceder nuevas aportaciones.

 

Para Morín (1999), el acercamiento profundo al conocimiento supone la superación de las barreras tradicionales en torno a las cuales las disciplinas han enmarcado la explicación de la realidad y, por consiguiente, lograr la reconstrucción de un nuevo saber que unifique miradas epistémicas, que establezca puentes interpretativos entre perspectivas que coloque en diálogo diversas posiciones, a partir de las cuales realizar acercamientos comprensivos profundos. Para el autor, este operar sobre la información procura también resistir las imposiciones de las comunidades académicas, dejando ver sus inconsistencias, la falsedad de sus premisas, el reduccionismo explicativo, como aspectos a los que solo es posible abordar desde el operar del pensamiento complejo.

 

Lo dicho refiere a la posibilidad no solo de disponer la mente para comprender las relaciones complejas que entretejen la realidad y el saber, sino además, agudizar la racionalidad constructiva, de la cual depende el operar verificador de las premisas que le otorgan consistencia al conocimiento; operar cognitivo asociado con la tarea de precisar los modos de corregir y completar aspectos que requieren para su compresión de operaciones lógicas que integren miradas, posiciones y afirmaciones, en un diálogo significativo del que sea posible derivar teorías consistentes y abiertas a la reformulación permanente dado el dinamismos que permea los fenómenos sociales.

 

Esto sugiere la identificación de los elementos subyacentes, de los referentes implícitos, de las perspectivas que permean los discursos, en un intento por desvelar tanto los verdaderos fundamentos epistémicos como los significados que entretejen los contenidos de propios del nivel universitario. Este sentido crítico e incisivo también pretende ir sobre las insuficiencias, las limitaciones de los planteamientos y la escasa capacidad de determinados cuerpos teórico-conceptuales para generar acercamientos interpretativos que den cuenta de sus verdaderos fundamentos.

 

En función de lo dicho, la lectura crítica procura establecer un diálogo profundo, riguroso y sensible capaz de superar los reduccionismos y las apreciaciones simplificadoras, para ir en pro del reconocimiento de sentidos, de verdades que pudieran estar desordenadas, carecer de lógica y coherencia, aspectos que suponen el operar integrador que le otorgue a la información el potencial inteligible a partir del cual definir su importancia, establecer una jerarquización entre ideas bajo los criterios de importancia, pertinencia, relevancia y actualidad (Morín, 2009).

 

Este operar como parte de los cometidos de la formación universitaria, sugiere guiar al estudiante hacia la focalización de su atención e interés sobre elementos teórico-conceptuales verdaderamente relevantes, en función de los cuales otorgarle fuerza a sus posiciones como científico, a quien se le adjudica la responsabilidad de construir soluciones, proponer alternativas y darle explicación a los fenómenos propios de su campo disciplinar; algunas operaciones mentales importantes dentro de este proceder activo y autónomo refieren a la capacidad para establecer diálogos intencionales y profundos con el conocimiento, otorgarle sentido a las relaciones que se entretejen en el contexto de vida inmediato y no tan cercano, aportar al enriquecimiento y la sustanciación de los entramados teóricos, así como proceder desde la conciencia reflexiva que haga posible la aprehensión de la realidad, de ideas tangenciales (Morales, 2023a).

 

En razón de lo planteado, la lectura crítica como potenciadora del pensamiento, constituye la forma de operativizar habilidades cognitivas encargadas de precisar lo no dado, lo oculto, lo no dicho y lo implícito en los discursos formales, con la finalidad de detectar contradicciones e inconsistencias que, además de distorsionar la interpretación de la realidad, también conducen a visiones reduccionistas que evitan el afloramiento de otros modos de explicar e interpretar el mundo, el conocimiento.

 

En tal sentido, la lectura crítica como proceso cognitivo al servicio del aprendizaje procura establecer relaciones entre afirmaciones epistémicamente diversas, en un intento por dejar por sentadas las conexiones teóricas subyacentes, los referentes comunes y los planteamientos sobre los que tanto autores como comunidades científicas sustenta sus afirmaciones. Este modo de operar sobre el conocimiento refiere al despliegue de actividades mentales valorativas, que permiten tender puentes comprensivos y establecer juicios entre posiciones científicas, a partir de las cuales construir la armazón conceptual desde la cual realizar nuevos procesos interpretativos sobre la realidad, sobre el conocimiento acumulado.

 

Desde la perspectiva de Lipman y Gazard (2001), la lectura crítica como potenciadora del desarrollo del pensamiento, posibilita al sujeto para construir nuevos razonamientos de forma rigurosa, como resultado del diálogo profundo con las ideas, en las cuales tamizar vaguedades, planteamientos falaces y posiciones carentes de credibilidad; este proceder activo se encuentra vinculado con el aprendizaje significativo, en tanto le permite a quien aprende en la universidad acceder a significados ciertos, veraces y pertinentes, a partir de los cuales construir conceptos, sustanciar nuevos argumentos sólidos y útiles para ampliar su forma de ver el mundo.

 

Lo dicho refiere a un proceso intelectual y académico, que procura precisar en el conocimiento las razones válidas de las que no lo son, las ideas débiles de aquellas que adolecen de tal condición, en un intento por deslindar lo cierto de lo que no lo es. Es decir, determinar mediante la disposición de las habilidades de orden superior, cuáles son los argumentos verídicos a partir de los cuales los autores procuran persuadir a su audiencia especializada, pero, además, determinar los propósitos que median en el proceso de justificar determinadas afirmaciones, a las que por lo general los autores otorgan especial énfasis por considerarlas permeadas de credibilidad.

 

Por consiguiente, la lectura crítica como el proceso de interacción profunda con los entramados teóricos, pretende también la puesta en diálogo de diversas posiciones en torno a determinados problemas científicos, con la finalidad de establecer relaciones comparativas e integrar miradas que amplíen su comprensión. Según Lipman (1998), este proceder riguroso conduce a la determinación de las causas, de las consecuencias y de las posibles soluciones a las situaciones complejas con las que enfrenta el estudiante universitario; y, a las que solo es posible acceder desde la disposición de las habilidades del pensamiento superior que conducen a pensar alternativas, a descartar ideas carentes de pertinencia y posturas erradas.

Esta actitud como resultado del operar cognitivo acucioso, se asume como una manera de enfrentar la manipulación que permea los discursos académicos, a la que es posible dilucidar mediante el establecimiento de criterios rigurosos a través de los cuales inferir contradicciones e intencionalidades ideológicas que procuran condicionar el modo de pensar de quien se forma; de allí, que la lectura crítica procure determinar nodos controversiales, en un intento por determinar el carácter veraz de enunciados, afirmaciones y razonamientos.

 

Al respecto Lipman (1998), propone que la lectura crítica además de ampliar la forma de ver el mundo, también en su sentido operativo es la responsable de enfrentar procesos decisorios al favorecer que el estudiante estime en un abanico de posibilidades diversas, aquellas tanto oportunas como pertinentes para resolver problemas emergentes a los que las comunidades científicas dedican esfuerzos epistémicos, con la finalidad de ofrecer respuestas objetivas y válidas. Debido a lo planteado, este operar activo sobre la información académica, tiene como finalidad producir nuevas y buenas razones, que al ser integradas en relación lógica dan lugar a la renovación del saber existente.

 

Para el autor, este diálogo incisivo que se ejerce sobre el conocimiento científico, es el resultado del cuestionar recurrente, de la interacción profunda y de la crítica razonada, operaciones mentales que refieren a la agudización del pensamiento para precisar evidencias que le den soporte a la construcción y apropiación de nuevos elementos teórico-conceptuales que sirviendo de andamiaje para interpretaciones novedosas permitan también trascender en la comprensión de conocimientos más complejos.

 

En correspondencia Sarramona (2002), indica que afrontar con éxito la compleja y abundante información que circula en los formatos digital y físico, demanda el operar racional y crítico que permita colocar en diálogo interdisciplinar ideas, planteamientos y perspectivas que luego, al ser integradas dan lugar a la sustanciación de nuevas posiciones epistémicas desde las cuales interpretar el mundo, comprender de modo pertinente la realidad y ofrecer explicaciones tanto completas como ciertas.

 

Por su parte, Freire (2004), plantea que la lectura crítica como movilizadora de las habilidades del pensamiento, constituye un modo de descubrir en profundidad los elementos teóricos que nutren la verdad; ésta por sus implicaciones pedagógicas se entiende en su vinculación con la alfabetización liberadora, que le permite al sujeto trascender de lo dado hacia la precisión de posibilidades del pensar y comprender. De allí, que la lectura crítica se considere un modo de determinar dentro del conocimiento la existencia de contradicciones, de elementos tendenciosos, de supuestos que pretenden conducir a la reproducción de ideas y no a la inquietud intelectual que impulse la autonomía para pensar y operar sobre el mundo.

 

En otras palabras, leer en modo crítico supone la ruptura con la ingenuidad que conduce a la apropiación pasiva de ideas y, en su lugar, la adopción de una posición acuciosa que involucra deducir relaciones y establecer conexiones entre afirmaciones, con la finalidad de enriquecer la reconstrucción y explicación de los fenómenos propios de las disciplinas de afiliación (Zemelman, 2005). Este compromiso con la interpretación renovada de la realidad posiciona a la lectura crítica como el proceso que insta al sujeto a zambullirse en los discursos científicos, en un intento por precisar lo cierto, lo verdadero, es decir, aquello que sometido al cuestionamiento y la valoración robustece las posibilidades de teorización.

 

Al respecto Zemelman (2015), indica que la lectura crítica constituye un proceso cognitivo que le permite al sujeto que se forma en la universidad, acceder a los múltiples significados, a las diversas razones, teorías y conceptos a partir de los cuales resignificar la realidad y el conocimiento acumulado. Este proceso de resignificación se entiende a su vez, como la posibilidad cierta de resolver el desajuste que existe entre la teoría y la realidad, en un intento por interpretar las situaciones emergentes desde marcos de referencia actualizados, renovados.

 

Según el autor, la apropiación de conocimientos significativos, además de ampliar la mirada comprensiva sobre la realidad, también constituye un modo de colocarse frente a la mundo, pensando en contra de las certezas mediante el distanciamiento reflexivo que da lugar a la construcción de las propias posiciones; lo cual, como resultado del proceder analítico implica precisar significaciones en los contenidos existentes, así como en “los discursos altamente lógicos y persuasivos, a los que se le adjudica la cualidad de credibilidad, en los cuales es posible reconocer posibles falencias e inconsistencias” (Zemelman, 1994, p. 6).

 

Seguidamente, Zemelman indica que la valoración crítica del conocimiento involucra el compromiso del lector con la superación de interpretaciones unívocas y, en su lugar, la precisión de múltiples significaciones de las que se derivan posibilidades epistémicas susceptibles de teorización. Para ello, la lectura crítica involucra la posibilidad intencionada de conducir a quien se forma, a la operativización responsable de su capacidad interpretativa, su compromiso intelectual con la afirmación, la adopción de determinadas posiciones, la problematización que procura determinar relaciones causales, así como revestir de la competencia crítica para refutar, objetar y valorar la credibilidad del conocimiento con el que se interactúa en la universidad.

 

La lectura crítica es pues, un modo de profundizar sobre el conocimiento acumulado mediante la disposición del pensamiento no solo para entender mejor, para precisar nuevas ideas, para establecer conexiones, sino para determinar las limitaciones de los marcos teóricos (Morales, 2021; Zemelman, 2005), con la finalidad de construir sentidos como resultado de la resignificación de posiciones epistémicas que al ser valoradas analíticamente permiten la producción de planteamientos renovados, sustanciados por el razonamiento y asistidos por la capacidad reflexiva. Esto refiere a la competencia crítica para establecer categorías a partir de las cuales estimar valoraciones del mundo, acercamientos interpretativos y la estimación de los fenómenos desde diversos ángulos, como operaciones a través de los cuales ampliar las apreciaciones con nuevos sustentos teórico-conceptuales.

 

En otras palabras, la lectura crítica como proceso cognitivo al servicio de la apropiación significativa del conocimiento, aporta en su praxis la posibilidad para configurar una visión más o menos integrada del conocimiento existente, en un intento por trascender mediante la ruptura de los límites teóricos y epistémicos dando de este modo lugar a nuevas comprensiones, a posibilidades novedosas del conocer, entender e interpretar; esta actuación científica implica el enfrentamiento de las visiones hegemónicas, las imposiciones y las visiones monádicas, permitiendo de este modo la emergencia de una postura racional, autónoma (Zemelman, 2005), que posibilite el ejercicio de estimar relaciones, puntos fundamentales y la determinación de lo verdadero en contraposición con lo falso.

 

Un aporte importante que se precisa en Zemelman (2005), refiere a la lectura crítica como el proceder cognitivo que supone la posibilidad para resignificar la información, como la operación de la que depende la resolución del desajuste entre la teoría y la realidad, en un intento renovado por construir proposiciones a partir de los cuales sustanciar nuevos contenidos que aporten al pensamiento teórico; desde la perspectiva del autor la lectura crítica como proceso insta al sujeto a disponer su sentido crítico-reflexivo para ir sobre los conceptos que se muestran “rigurosos, coherentes, porque conforman discursos lógicos y persuasivos” (p. 31).

 

Desde esta perspectiva, la lectura crítica también tiene un asidero ético que procura conducir a quien se forma en la universidad, en el operar comprometido con el manejo comprensivo de las propias circunstancias, proceso que más allá de deslindar lo cierto de lo que no lo es, insta a pensar la realidad con especial énfasis en la construcción de razonamientos renovados, soportados en la verdad, en la credibilidad, en premisas lógicas que, como resultado del operar acucioso del pensamiento da lugar a la reconstrucción y resignificación de saber acumulado. Este operar activo sobre la información, refiere a un modo de superar la crisis que atraviesan los espacios formativos, al permitirle a quienes aprenden introducirse en el mundo científico con la disposición cognitiva para determinar las contradicciones entre ideas, autores, posiciones teóricas, manejar las falacias conceptuales y teóricas, así como superar las intencionalidades ideológicas que procuran erigirse ciertas dentro del mundo académico.

 

Esta conciencia crítica como parte del compromiso con la búsqueda de la verdad, entraña como objetivo impulsar el espíritu científico que en su operar procura identificar lo verdadero, superar lo dudoso, abandonar lo falso, lo incierto, así como lo carente de sentido; pero además, reconocer las limitaciones de determinados referentes teórico-conceptuales para interpretar la realidad, para reexaminar críticamente el conocimiento en un intento por generar transformaciones significativas que superen la reproducción pasiva de ideas y, por consiguiente, lograr que el sujeto se convierta en un agente capaz de procesar afirmaciones, resignificar el conocimiento y dejar por sentadas las relaciones que permean los entramados teóricos (Kemmis, 1993).

 

Para Savater (2008), el acercamiento al mundo científico demanda el ejercicio de dos procesos cognitivos importantes; por un lado, pensar para precisar información pertinente de la que no lo es, esto refiere a la disposición mental para identificar nexos profundos que permitan valorar relaciones profundas y; por el otro, el sometimiento de los contenidos a la duda, a la valoración crítica para lidiar con abundantes y complejos contenidos, en un intento por determinar la veracidad de “esa enorme masa de información a veces cierta, a veces es falsa, a veces es irrelevante, a veces importantísima, a veces está fundada, a veces infundada” (p. 11). En tal sentido, puede entenderse este operar crítico como la oportunidad para cuestionarnos, para preguntar y repreguntar, para identificar lo no dado, pero además, para tamizar lo tendencioso o permeado por la inconsistencia lógica.

 

Lo dicho como un conjunto de actitudes científicas que se procuran consolidar en la universidad, dan lugar al denominado proceder activo y autónomo, que le permite al sujeto generar nuevas interpretaciones a partir de la integración de los diversos puntos de vida que permean el saber, en los cuales precisar contradicciones y puntos de encuentro que favorezcan la producción de nuevos significados (Daros, 2009).

 

Para Cassany (2021), la lectura crítica tiene propósitos diversos que orientan a quien aprende a precisar diversas posiciones teóricas y epistémicas presentes en un texto científico; de allí, que se le adjudique el potencial para generar procesos comprensivos profundos a partir de los cuales fijar una postura propia, que puede manifestar acuerdo o desacuerdo, que puede dar lugar a nuevas interpretaciones críticas. La lectura crítica le permite a quien aprende lidiar con la manipulación ideológica, con las intencionalidades carentes de veracidad, con las posiciones sesgadas y falaces.

 

Estos cometidos procuran conducir a quien aprende en la universidad a lidiar con la complejidad de los discursos, a revisar la procedencia de los autores, a determinar la fiabilidad de los planteamientos, a precisar voces teórico-conceptuales y perspectivas que le dan sustento a la posición del autor, pero además, favorece el contraste entre datos y fuentes que permitan determinar con mayor precisión contenidos importantes, tangenciales, así como deslindar con lo que adolece de credibilidad con la finalidad de darle lugar a la comprensión cierta y válida (Cassany, 2021).

 

Por su parte Hooks (2022), la lectura crítica refiere a un diálogo profundo con el conocimiento científico, con la realidad; es el preguntar, examinar y precisar respuestas frente a inquietudes no solo intelectuales y académicas, sino a las circunstancias emergentes, utilizando para lograr estos cometidos el establecimiento de criterios que permitan el examen riguroso de las premisas que le dan sustento a las ideas, en un intento por precisar evidencias que dejen por sentada la condición cierta o no de determinadas posiciones científicas; pero también, la lectura crítica se entiende como un modo imparcial y objetivo de valorar el saber, precisando en este argumentos, datos, pruebas y hallazgos que conduzcan a conclusiones veraces.

 

Interrogantes para guiar la práctica de la lectura crítica en la universidad

 

Leer con propósitos definidos constituye un modo de acercar al estudiante intencionalmente a los contenidos que circulan en las comunidades científicas. Esto refiere a la precisión de elementos tangenciales de los que depende la comprensión profunda, minuciosa y crítica de intencionalidades, objetivos, contenidos, elementos implícitos y explícitos, posiciones epistémicas y demás aspectos que el lector universitario debe construir como resultado de su interacción con los textos propios de la disciplina a la que procura afiliarse académicamente.

 

Instar a la praxis de la lectura crítica supone involucrar activamente al estudiante para que asuma posición responsable y autónoma frente al conocimiento que circula en las disciplinas y comunidades académicas, pues su diversidad y abundancia exige que el lector aprenda no solo cómo utilizar esa información desde la integración de ideas, planteamientos, elementos comunes y similares, sino además, desde la actitud reflexiva para enfrentar esa “enorme masa de información a veces cierta, a veces falsa, a veces irrelevante, a veces importantísima, a veces fundada, a veces infundada” (Savater, 2008: 11).

 

En tal sentido, leer en modo crítico supone la precisión de los significados tangenciales, a partir de los cuales generar ideas propias que conduzcan a la adopción de una posición sólida, sustentada en razonamientos válidos y ciertos. En razón de estas exigencias propias del contexto universitario, este apartado ofrece una serie de interrogantes que el docente en su praxis pedagógica puede involucrar para alcanzar objetivos significativos relacionados con el aprendizaje de sus estudiantes; pero además, en estas se encuentran contenidas intencionalidades más profundas asociadas con la formación de un lector autónomo, responsable, activo, capaz de zambullirse en el conocimiento, deslindando lo cierto de lo que no lo es.

 

Para Hooks (2022), la lectura crítica como potenciadora del operar acucioso del pensamiento insta al sujeto a precisar elementos tangenciales contenidos en los textos de consulta obligatoria en la universidad; de allí, su énfasis en precisar respuestas a interrogantes como: descubrir quién es el autor, qué trayectoria académica e intelectual le asiste, para qué momento socio-histórico y cultural escribió sus aportes, dónde ha alcanzado mayor acogida su tesis, sus afirmaciones, así como determinar si sus aportes han sido considerados ciertos, válidos y creíbles por comunidades académicas de reconocimiento dentro del campo disciplinar.

 

De allí, que se proponga como intencionalidad formar un lectora autónomo, capaz de actuar reflexiva y críticamente frente al conocimiento científico, cuyo proceder intelectual y cognitivo le permita acceder a la multiplicidad de voces que permean los discursos académicos y, de este modo, lograr el involucramiento en discusiones, en el intercambio de opiniones y en la producción tanto consensuada como activa de nuevas aportaciones al campo disciplinar en el que el sujeto procura participar (Cassany, 2021). Estas interrogantes son:

 

 

Conclusiones

 

Aprender a lo largo de la vida como un cometido estrechamente relacionado con la formación de un ciudadano autónomo y responsable, involucra enfáticamente el desarrollo del pensamiento para profundizar en el conocimiento, en lo complejo y dinámico de las producciones científicas y en los discursos emergentes a partir de las cuales no solo comprender los avances que se dan en determinada disciplina sino precisar los elementos tangenciales desde los que es posible lograr una comprensión profunda, acuciosa y crítica en función de hacer posible la adopción de una posición sólida.

 

En tal sentido, la lectura crítica y las diversas voces epistémicas y teóricas que giran en torno a este proceso intelectual, refieren a su vinculación con la operativización del pensamiento, actividad cognitiva consistente en enseñar a dudar, cuestionar y precisar en el conocimiento científico falencias, ideas irrelevantes e intentos de manipulación que permean el saber y, que en su intencionalidad procuran la aceptación pasiva. Por ende, la lectura crítica como práctica académica-intelectual supone involucrar al estudiante en la adopción de competencias para interrelacionar ideas, establecer elementos que conecten una posición teórico-conceptual con otra en un intento de crear una visión en conjunto, a partir de la cual realizar acercamientos interpretativos a otros planteamientos con mayor nivel de complejidad.

 

Desde la perspectiva, el compromiso de la educación universitaria debe transcender de la repetición y aceptación pasiva de ideas hacia la transformación del conocimiento, con la finalidad de acercar al sujeto a la creación de un marco referencial de ideas relevantes en función de la cuales comprender la realidad, los avances en el campo disciplinar y la orientación que van tomando los estudios científicos con la finalidad de lograr dos cometidos específicos, a decir: precisar problemas de investigación que aporten al progreso de las comunidad científica a la que se afilia el estudiante y asumir una actitud comprometida con la actualización constante, permanente y a lo largo de la vida.

 

En otras palabras, esta actitud activa supone la disposición intelectual para someter al tamiz del pensamiento crítico-reflexivo y analítico la información, con el propósito de deslindar lo relevante de lo que no lo es, lo irrelevante de los que adolece de importancia y lo falaz de lo verdadero. Operar en esta dirección, implica cuestionar nuestras ideas, someter a valoración lo que consideramos cierto, procurando dilucidar entre el conocimiento dado y el construido lo que verdaderamente pertinente, es decir, lo que tiene utilidad tanto práctica como teórica para resolver situaciones de la cotidianidad académica.

 

De este modo, es posible afirmar que la lectura crítica no solo responde a un proceso activo, sensible y acucioso, sino, además, a un modo de dialogar con los autores y sus obras, precisando elementos tangenciales, integrando posiciones epistémicas y determinando a través del contraste los referentes que gozan de mayor consistencia lógica, así como de credibilidad y veracidad en sus premisas. También, es posible entender a esta forma de leer, como una actitud asociada con el preguntar intencional, con el repreguntar que permite zambullirse en el conocimiento, en los datos, en los elementos fundamentales de las afirmaciones, hasta lograr la identificación de lo cierto, de lo verdadero.

 

En síntesis, alcanzar la formación crítica de quien participa de la educación universitaria supone promover la libertad de pensamiento, la operación en sus diversos modos, con la finalidad de conducir a la profundización de las verdades que dentro del amplio mundo del saber científico y disciplinar procuran erigirse como verdades infalibles e irrefutables; en tal sentido, procurar el desenvolvimiento acucioso y autónomo de quien aprende requiere ampliar las posibilidades para apropiarse de lo verdaderamente relevante, de la información importante y pertinente, dejando a un lado las posiciones infundadas y falaces que procuran conducir a la reproducción de interpretaciones erradas.

 

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