MULTIVERSO JOURNAL | ISSN: 2792-3681
Volumen 5, Número 9, Edición Julio-diciembre de 2025
https://doi.org/10.46502/issn.2792-3681/2025.9.3
Cómo citar:
Monroy Lancheros, O.O. (2025). El orden mundial desde los discursos de Donald Trump, Vladimir Putin y Luis Ignacio Lula da Silva: Breves lecturas y significados desde la geopolítica crítica. Multiverso Journal, 5(9), 37-45.
https://doi.org/10.46502/issn.2792-3681/2025.9.3
The world order as seen through the speeches of Donald Trump, Vladimir Putin, and Luis Ignacio Lula da Silva: Brief readings and meanings from critical geopolitics
Oscar Orlando Monroy Lancheros
Doctor en Gestión para la Creación Intelectual y Doctor en Seguridad Ciudadana. Participante en el Postdoctorados de Derechos Humanos de la Universidad del Zulia, Venezuela. Comisario jefe del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas CICPC.
https://orcid.org/0009-0002-4746-8105. Email: oscarcicpc1983@gmail.com
Recibido el 14/06/2025 - Aceptado el 14/08/2025
Resumen
El orden mundial, va más allá de la idea clásica de una estructura puramente fundamentada en relaciones de poder entre diferentes Estados-nación. Esta estructura global representa una construcción discursiva intricada en la que se entrelazan relatos, símbolos y sistemas de significación que funcionan como mecanismos de legitimación del poder geopolítico, a escala mundial. Ante esta realidad incuestionable, el objetivo de este ensayo fue examinar las transformaciones del orden mundial vigente a través del análisis sistemático de los discursos geopolíticos producidos por tres personalidades políticas de primer orden (Donald Trump; Vladimir Putin y Luis Ignacio Lula da Silva), utilizando las herramientas conceptuales y metodológicas proporcionadas por la geopolítica crítica. El cruce entre discursos e interpretaciones permitió concluir que, en la práctica, la coexistencia conflictiva de estos tres proyectos discursivos crea un contexto internacional policéntrico y, a la vez, fragmentado que impide la existencia unívoca de cualquier arquitectura institucional unificadora. El nacionalismo transaccional de Trump; la multipolaridad civilizacional de Putin y la geopolítica cooperativa de Lula no son solo políticas exteriores distintas, sino ontologías políticas irreconciliables que generan efectos materiales y simbólicos tangibles sobre las poblaciones, los territorios y las instituciones, en diversas regiones del mundo, con historias, intereses y metas particulares.
Palabras clave: orden mundial, geopolítica crítica, derechos humanos en el siglo XXI, discursos y significados, pensamiento crítico.
Abstract
The world order goes beyond the classic idea of a structure based purely on power relations between different nation states. This global structure represents an intricate discursive construction in which narratives, symbols, and systems of meaning are intertwined, functioning as mechanisms for legitimizing geopolitical power on a global scale. Given this unquestionable reality, the objective of this essay was to examine the transformations of the current world order through the systematic analysis of the geopolitical discourses produced by three leading political figures (Donald Trump, Vladimir Putin, and Luis Ignacio Lula da Silva), using the conceptual and methodological tools provided by critical geopolitics. The intersection between discourses and interpretations allowed us to conclude that, in practice, the conflictive coexistence of these three discursive projects creates a polycentric and, at the same time, fragmented international context that prevents the univocal existence of any unifying institutional architecture. Trump's transactional nationalism, Putin's civilizational multipolarity, and Lula's cooperative geopolitics are not only different foreign policies, but irreconcilable political ontologies that generate tangible material and symbolic effects on populations, territories, and institutions in various regions of the world with histories, interests, and goals.
Keywords: world order, critical geopolitics, human rights in the 21st century, discourses and meanings, critical thinking.
Introducción
El orden mundial contemporáneo trasciende la concepción tradicional de una estructura exclusivamente material basada en correlaciones de fuerzas militares y económicas entre diversos Estados-nación. Esencialmente, esta arquitectura global constituye simultáneamente una construcción discursiva compleja donde se entretejen narrativas, representaciones simbólicas y sistemas de significación que operan como dispositivos de legitimación del poder geopolítico (Molero de Cabeza & Cabeza, 2009).
En este orden de ideas, las configuraciones hegemónicas no emergen únicamente de capacidades materiales tangibles, sino que se articulan a través de procesos comunicativos que naturalizan determinadas interpretaciones sobre la distribución territorial del poder, las jerarquías internacionales y los modelos de gobernanza planetaria. Para Arbeláez-Campillo & Villasmil (2020), la pandemia de COVID-19 evidenció cómo estas formaciones discursivas se transforman aceleradamente, revelando la naturaleza contingente y maleable de los imaginarios geopolíticos que sustentan el ordenamiento internacional.
Por estas y otras razones, los actores políticos de relevancia global no solamente disputan territorios, recursos o esferas de influencia, sino que compiten por imponer marcos interpretativos específicos sobre la realidad internacional. En consecuencia, sus discursos públicos, declaraciones oficiales y estrategias comunicativas funcionan, verdaderamente, como tecnologías de poder que buscan moldear las percepciones colectivas acerca de las amenazas, oportunidades y legitimidades en el escenario mundial.
Para Cabrera Toledo (2020), la geopolítica crítica ha desarrollado herramientas analíticas sofisticadas para deconstruir estos entramados discursivos, examinando cómo las élites políticas construyen espacialidades imaginadas que justifican sus acciones exteriores. Esta perspectiva metodológica rechaza la neutralidad aparente de los discursos estatales, identificando en ellos estrategias deliberadas de producción de subjetividades geopolíticas que orientan, en cada lugar y momento, las conductas de poblaciones enteras hacia objetivos específicos de dominación o resistencia.
Quien suscribe esta investigación, sabe que, en la coyuntura actual, tres figuras políticas sobresalen por su capacidad de articular visiones alternativas del ordenamiento planetario que desafían o reconfiguran las estructuras hegemónicas precedentes. Donald Trump representa la expresión más radical del unilateralismo estadounidense, promoviendo una retórica nacionalista que cuestiona los compromisos multilaterales tradicionales y privilegia transacciones bilaterales asimétricas (El Observador, 2025a).
Vladimir Putin, por su parte, encarna la resistencia euroasiática al predominio occidental, desplegando narrativas que reivindican la multipolaridad como principio organizador de las relaciones internacionales y legitimando intervenciones militares como mecanismos de restauración de esferas de la influencia histórica de Rusia en el mundo (El Observador, 2025b). Finalmente, Luis Ignacio Lula da Silva simboliza el liderazgo del Sur global emergente, articulando discursos que priorizan la cooperación Sur-Sur, la justicia distributiva internacional y la democratización de las instituciones globales de gobernanza.
Ante el desorden mundial actual, la presente investigación se propone examinar las transformaciones del orden mundial vigente a través del análisis sistemático de los discursos geopolíticos producidos por estas tres personalidades políticas, utilizando las herramientas conceptuales y metodológicas proporcionadas por la geopolítica crítica. Este objetivo investigativo implico, al mismo tiempo, identificar las estrategias discursivas específicas mediante las cuales cada líder construye representaciones particulares del espacio mundial, establece jerarquías de amenazas y oportunidades, y articula proyectos de reordenamiento internacional. La metodología adoptada permite revelar las tensiones, contradicciones y complementariedades existentes entre estos tres modelos discursivos, así como sus implicaciones para la reconfiguración de las geometrías del poder global.
Tal como argumenta Gallardo (2007), la geopolítica crítica constituye una herramienta metodológica que permite desentrañar los procesos sociales de construcción del conocimiento geopolítico, superando las limitaciones epistemológicas de las perspectivas deterministas tradicionales. Su alcance analítico abarca tanto la deconstrucción de las representaciones hegemónicas del espacio político, como la identificación de discursos contrahegemónicos que emergen desde posiciones subalternas en el sistema internacional.
Esta aproximación teórica reconoce además que los territorios, las fronteras y las identidades nacionales no constituyen datos objetivos preexistentes, sino productos históricos contingentes resultado de luchas simbólicas y materiales por la imposición de sentidos específicos sobre el espacio geográfico. La metodología de la geopolítica crítica incorpora, por lo tanto, técnicas de análisis del discurso, genealogías del poder y etnografías del Estado que posibilitan examinar tanto las continuidades como las rupturas en los imaginarios geopolíticos contemporáneos (Betancur-Díaz, 2020). Su potencial heurístico reside entonces en su capacidad para visibilizar las dimensiones ideológicas y culturales que subyacen a las “aparentemente técnicas” decisiones de política exterior.
En lo concreto, esta investigación se estructura en cuatro secciones analíticas que abordan progresivamente diferentes dimensiones del problema estudiado. La primera sección desarrolla el marco teórico-conceptual, precisando las categorías centrales de la geopolítica crítica y su aplicabilidad para el análisis de discursos políticos contemporáneos. La segunda sección examina individualmente los corpus discursivos de cada uno de los tres líderes seleccionados, identificando sus respectivas estrategias de construcción de sentido geopolítico. La tercera sección realiza un análisis comparativo que identifica convergencias, divergencias y tensiones entre estos proyectos discursivos, evaluando sus potenciales impactos sobre la reconfiguración del orden mundial. La cuarta y última sección presenta las conclusiones generales derivadas del análisis, discutiendo las implicaciones teóricas y prácticas de los hallazgos para la comprensión de las dinámicas geopolíticas contemporáneas y las perspectivas futuras del sistema internacional.
Marco teórico-conceptual
En líneas generales, la geopolítica crítica articula un sistema conceptual que trasciende las limitaciones de las perspectivas analíticas tradicionales, estableciendo categorías operativas que permiten deconstruir los mecanismos discursivos mediante los cuales se construyen las realidades geopolíticas contemporáneas (Cabrera Toledo, 2020). Comúnmente, sus categorías centrales incluyen la desnaturalización de las representaciones espaciales, lo que significa que los territorios y fronteras constituyen construcciones sociales contingentes antes que datos objetivos preexistentes; los códigos geopolíticos, entendidos como sistemas de percepción y evaluación que orientan las decisiones de política exterior; y la geopolítica popular, que examina cómo las representaciones geopolíticas circulan y se transforman en el espacio público. En palabras de Burdman & Miscione:
Se la suele denominar “geopolítica crítica” —una definición que es todo un debate en sí mismo, aunque no entraremos allí en este texto— porque busca diferenciarse del determinismo geográfico de los enfoques convencionales, y distanciarse críticamente del uso y los discursos políticos que los diferentes actores geopolíticos hacen del territorio, para poder entenderlos mejor. (2022, p. 99)
Queda claro que las categorías como saber, discurso e ideología, posibilitan identificar las estrategias de espacialización del poder que despliegan los actores políticos para legitimar sus proyectos hegemónicos, así como las narrativas contrahegemónicas que emergen desde posiciones subalternas del sistema internacional. Así, la renovación conceptual que propone esta perspectiva propia de la geopolítica critica resulta particularmente relevante para comprender cómo líderes como Trump, Putin y Lula construyen imaginarios geopolíticos diferenciados que buscan reconfigurar, a su manera, las geometrías del poder mundial.
Tal como sostiene Cabrera Toledo (2020), la aplicabilidad metodológica de la geopolítica crítica para el análisis de los discursos políticos contemporáneos reside en su capacidad para revelar las dimensiones simbólicas y performativas que subyacen a las aparentemente técnicas declaraciones de política exterior. Se trata de una perspectiva que permite examinar, más específicamente, cómo Trump articula una geopolítica transaccional que privilegia las relaciones bilaterales asimétricas sobre los compromisos multilaterales. Cómo Putin construye una geopolítica civilizacional que reivindica esferas de influencia históricas frente al predominio occidental (Lautman, 2024); y cómo Lula desarrolla una geopolítica cooperativa que prioriza la integración Sur-Sur y la democratización institucional global.
En lineas generales, el análisis de estos códigos geopolíticos diferenciados deja ver no solamente las orientaciones estratégicas de cada líder, sino también las tensiones y contradicciones inherentes a sus respectivos proyectos de reordenamiento internacional. En estos complejos escenarios del mundo de hoy, la metodología crítica posibilita identificar las metáforas espaciales, narrativas identitarias y dispositivos retóricos específicos que cada actor despliega para construir legitimidad doméstica e internacional, así como para articular coaliciones transnacionales que respalden sus agendas geopolíticas particulares, en un mundo casi caótico, pero al mismo tiempo interconectado.
Corpus discursivos y construcción del sentido geopolítico
Los discursos geopolíticos de Donald Trump dan cuenta de una estrategia discursiva centrada en la construcción de un nacionalismo transaccional que prioriza los intereses estadounidenses inmediatos, por encima de los compromisos multilaterales tradicionales. En su discurso programático en Davos, 2018, Trump articula la doctrina “America First” explicando que “America First” no significa Estados Unidos solo, estableciendo una paradoja retórica que justifica el unilateralismo como mecanismo de liderazgo global. Para Chainey (2018), sus intervenciones públicas sistemáticamente construyen una narrativa donde Estados Unidos recupera su “fuerza y prosperidad” mediante la renegociación de acuerdos comerciales, la imposición de aranceles selectivos y la instrumentalización de instituciones internacionales para objetivos nacionales específicos.
Desde el punto de vista del autor de esta investigación, la estrategia discursiva trumpiana opera mediante la personalización del poder estatal, presentando las relaciones internacionales como transacciones comerciales dirigidas por un “hombre de negocios realista” que negocia desde posiciones de fuerza. Para Pérez Pérez (2024), se trata de una construcción discursiva que implica la fragmentación deliberada del orden multilateral, reemplazando los marcos institucionales por relaciones bilaterales asimétricas que maximizan el poder de negociación estadounidense, muchas veces sin éxito.
Vladimir Putin desarrolla, por su parte, una geopolítica civilizacional que articula la resistencia rusa al predominio occidental mediante la promoción de un orden mundial multipolar. En su discurso del Foro Valdai, 2023, Putin declara categóricamente que: “Nos enfrentamos, en esencia, a la tarea de construir un mundo nuevo” donde “la paz duradera sólo se establecerá cuando todo el mundo se sienta seguro, comprenda que su opinión es respetada y que existe un equilibrio en el mundo” (Citado por: La Gente, 2023, parr., 5). Su estrategia discursiva identifica a Rusia como un “Estado-civilización distintivo” que encarna valores tradicionales frente a la hegemonía occidental, argumentando que “hay muchas civilizaciones, y ninguna de ellas es mejor o peor que otra”, de conformidad con las ideas de Huntington (2001).
Al parecer, Putin construye narrativamente la multipolaridad como un proceso histórico inevitable, afirmando que “el mundo es demasiado complejo y diverso para subordinarlo a un único esquema” y que los intentos de establecer monopolios están “condenados al fracaso” (El Observador, 2025a, par., 6). La geopolítica civilizacional opera mediante la desnaturalización del orden liberal, presentando las instituciones occidentales como constructos históricos contingentes que deben ser reemplazados por arquitecturas más inclusivas y representativas de la diversidad global en el siglo XXI.
Como ya se ha dicho, Luis Ignacio Lula da Silva articula una geopolítica cooperativa que prioriza la integración Sur-Sur y la democratización de las instituciones globales, como mecanismos para construir un orden mundial más equitativo. Por ejemplo, en su discurso ante la Cumbre Virtual Voces del Sur Global, 2023, Lula establece que: “Asumir nuestra identidad como Sur Global significa reconocer que vemos el mundo desde una perspectiva semejante” y que “existen muchos más intereses que nos unen que diferencias que nos separan” (Ministério das Relações Exteriores, 2023, par., 3).
Se trata de una estrategia discursiva que construye al Sur Global como un actor colectivo capaz de transformar las estructuras internacionales mediante la cooperación horizontal, argumentando que: “Como Sur Global, nuestra intención no es –y no debe ser– antagonizar al llamado Norte, pero un orden internacional justo exige que todos tengamos voz” (Ministério das Relações Exteriores, 2023, par., 2). Lula desarrolla una narrativa donde Brasil funciona como “puente civilizacional” entre diferentes regiones del mundo en desarrollo, promoviendo transferencias tecnológicas, intercambios educativos y mecanismos de financiamiento alternativos que fortalezcan la autonomía colectiva del Sur Global. En clave crítica, esta geopolítica cooperativa opera mediante la institucionalización de la solidaridad internacional, creando redes de cooperación técnica y política que debilitan la dependencia estructural hacia los centros hegemónicos tradicionales.
Mirada Comparativa
Definitivamente, los proyectos discursivos de Trump, Putin y Lula dejan ver una convergencia significativa en su crítica al orden mundial liberal establecido después de la Guerra Fría, aunque sus propuestas alternativas divergen radicalmente en términos de arquitectura institucional y valores subyacentes. En este sentido, las tres figuras coinciden en diagnosticar la crisis de legitimidad del sistema internacional vigente, pero mientras Trump propone una fragmentación unilateral que privilegia transacciones bilaterales asimétricas (Chainey, 2018), Putin articula una multipolaridad civilizacional que busca equilibrar bloques de poder regionales (La Gente, 2023) y; por su parte, Lula desarrolla una integración cooperativa que democratiza las instituciones globales desde el Sur Global.
Esta divergencia estructural genera tensiones dialécticas irreconciliables: el nacionalismo transaccional trumpiano entra en conflicto directo con la multipolaridad putiniana porque ambos compiten por la hegemonía global; mientras que la geopolítica cooperativa lulista se presenta como alternativa tanto al unilateralismo estadounidense como al imperialismo ruso. De cualquier modo, el impacto potencial sobre la reconfiguración del orden mundial sugiere una transición hacia un sistema policéntrico, fragmentado, donde coexisten múltiples lógicas de poder sin arquitectura unificadora, lo que podría generar mayor inestabilidad sistémica y conflictos internacionales, como está sucediendo ya en Oriente Medio y Europa del Este.
Cuadro 1.
Perspectiva comparada
La información sistematizada en el cuadro comparativo 1 evidencia que las diferencias entre los tres líderes trascienden las divergencias tácticas para constituir incompatibilidades ontológicas, sobre la naturaleza misma del poder internacional y la organización global. Trump concibe el orden mundial como una suma de transacciones comerciales donde Estados Unidos maximiza sus beneficios mediante la instrumentalización de las instituciones multilaterales y, las alianzas estratégicas, lo que implica, desde nuestro punto de vista, una mercantilización de la soberanía que subordina los principios políticos a los cálculos económicos inmediatos.
Putin desarrolla una visión esencialista de las civilizaciones que naturaliza las diferencias culturales como justificación para la creación de esferas de influencia herméticamente separadas, promoviendo un multiculturalismo geopolítico que paradójicamente reproduce lógicas imperiales bajo nuevas formas discursivas (El Observador, 2025b). Por su parte, Lula articula una propuesta democratizante y redistributiva que busca transformar las estructuras de poder global mediante la institucionalización de mecanismos de cooperación horizontal entre países del Sur Global, representando la única alternativa que mantiene compromisos genuinos con la justicia internacional y la soberanía popular (Ministério das Relações Exteriores, 2023). Dichas diferencias estructurales sugieren que cualquier intento de síntesis o convergencia entre estos proyectos discursivos, resulta políticamente inviable, configurando así un escenario de competencia permanente entre modelos civilizatorios irreconciliables.
Conclusiones
Al menos argumentativamente, la investigación desarrollada revela que los discursos geopolíticos contemporáneos trascienden su aparente función informativa para constituirse en dispositivos ontológicos que, literalmente, crean las realidades que pretenden describir. En este contexto, donde los discursos y las realidades se entrelazan, Trump, Putin y Lula no simplemente interpretan el orden mundial existente, sino que mediante sus narrativas articulan mundos posibles que disputan la hegemonía sobre nuestro presente histórico, lo que recuerda a la llamada ontología del lenguaje de Echeverria (2003). Dicha dimensión performativa del lenguaje geopolítico nos confronta con una verdad inquietante: no existe un orden mundial objetivo que preceda a las construcciones discursivas, sino que cada proyecto civilizatorio genera sus propias coordenadas espaciales, temporales y axiológicas.
En términos epistemológicos, la geopolítica crítica nos ha permitido desnaturalizar estas construcciones, revelando que lo que experimentamos como realidad geopolítica constituye, en todo momento, el resultado contingente de luchas simbólicas entre narrativas incompatibles sobre el destino de la humanidad. Tienen razón Arbeláez-Campillo y Villasmil (2020), en cuanto que, la pandemia de COVID-19 aceleró estas transformaciones, comprobando que vivimos simultáneamente en múltiples mundos geopolíticos fragmentados, que compiten por imponer sus lógicas particulares sobre la totalidad social en el plano internacional.
Las implicaciones teóricas de este hallazgo obligan a replantear, radicalmente, los presupuestos epistemológicos de los estudios internacionales tradicionales. La geopolítica crítica ha demostrado que el poder no reside en territorios o recursos materiales solamente, sino, además, en la capacidad narrativa de articular imaginarios colectivos que orienten las conductas de poblaciones enteras, hacia objetivos específicos de dominación o emancipación, según cada caso.
En este orden de ideas, los códigos geopolíticos de Trump, Putin y Lula operan como sistemas de percepción y evaluación que construyen amenazas, oportunidades y legitimidades según lógicas internas completamente autónomas, respecto a cualquier referencia empírica externa. Como fenómeno del lenguaje, la autonomía discursiva implica que las contradicciones entre estos proyectos no pueden resolverse mediante negociaciones racionales o compromisos pragmáticos, porque cada uno habita universos simbólicos mutuamente excluyentes. Ante esta realidad, la teoría geopolítica crítica debe abandonar definitivamente la ilusión positivista de explicar, objetivamente, las dinámicas internacionales para asumir su papel como herramienta genealógica que revela los procesos históricos mediante los cuales se construyen socialmente las espacialidades del poder, tal como sugirió Foucault (2002), en su momento.
En términos prácticos, la coexistencia conflictual entre estos tres proyectos discursivos configura un escenario internacional policéntrico y, al mismo tiempo, fragmentado que hace imposible cualquier arquitectura institucional unificadora. El nacionalismo transaccional trumpiano; la multipolaridad civilizacional putiniana y la geopolítica cooperativa lulista no representan simplemente políticas exteriores alternativas, sino ontologías políticas irreconciliables que producen efectos materiales y simbólicos concretos sobre las poblaciones, los territorios y las instituciones, en distintas partes del mundo, con historias, intereses y objetivos diferenciados.
Por estas razones, la crisis del multilateralismo liberal no constituye una disfunción coyuntural superable mediante reformas institucionales, sino la expresión necesaria de contradicciones sistémicas que revelan, en cada momento, la imposibilidad estructural de articular un orden mundial consensual, no al menos como se plantea el escenario geopolítico en la actualidad. De esta manera, las instituciones internacionales existentes funcionan cada vez más como campos de batalla simbólicos donde se disputan significados antes que como mecanismos de coordinación efectiva entre Estados soberanos. Esta fragmentación ontológica genera inestabilidad sistémica permanente, conflictos intersectoriales recurrentes y la proliferación de crisis humanitarias que ningún actor individual puede resolver unilateralmente, ni siquiera la potencia imperial del Norte.
Las perspectivas futuras del sistema internacional sugieren, al menos desde nuestro punto de vista, una intensificación de las contradicciones estructurales que caracterizan al capitalismo contemporáneo, donde las crisis económicas, ecológicas y geopolíticas se retroalimentan mutuamente generando espirales de inestabilidad creciente. En este contexto, la crisis climática, las pandemias globales, las migraciones masivas y la revolución tecnológica constituyen problemáticas que trascienden las capacidades de respuesta de los Estados-nación, obligando a repensar radicalmente las categorías políticas modernas.
Pensamos que, en un mundo signado por fuerzas de creciente complejidad no lineal, la geopolítica crítica debe evolucionar hacia una crítica de la economía política global que articule las dimensiones simbólicas y materiales del poder contemporáneo. Y es que, definitivamente, la humanidad se encuentra en un momento de transición civilizatoria donde se disputan no solamente territorios geográficos o recursos naturales no renovables, sino los principios organizativos que regirán las sociedades futuras, lo que convierte a la geopolítica crítica en una herramienta indispensable para la emancipación colectiva.
Arbeláez-Campillo, D., & Villasmil Espinoza, J. (2020). Escenarios prospectivos de un nuevo orden internacional que se vislumbra luego de la pandemia COVID-19. Telos: Revista de Estudios Interdisciplinarios en Ciencias Sociales, 22(3), 494-508. https://doi.org/10.36390/telos223.02
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Este artículo se desarrolló en el marco de la “III Cohorte Internacional del Postdoctorado en Derechos Humanos” de la Universidad del Zulia, en el periodo abril de 2024, a julio de 2025.
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